Si se comprueba, la denuncia de Estados Unidos acerca de un nuevo ataque con armas químicas en Siria sería un cruel recordatorio de que, en determinadas circunstancias, los acuerdos firmados son letra muerta cuando las partes no tienen voluntad de terminar un conflicto.

Desde hace algunos meses, Siria había salido de los principales titulares, a pesar de que la violencia continuaba. Fue en realidad el efecto de que el gobierno de Bashar al Assad aceptara entregar su arsenal químico, el que nunca había reconocido poseer. El convenio se logró por la mediación de Rusia, el aliado más firme de Assad, pero el plazo de entrega se está cumpliendo esta semana y aún está en poder sirio el 14% de los elementos que deben ser destruidos antes del 30 de junio. El régimen siempre ha responsabilizado a los rebeldes del uso de sustancias prohibidas, pero en los informes de Naciones Unidas no se ha determinado al culpable. Si se concluyera que fue Assad quien usó armas químicas, la credibilidad de Moscú quedaría muy afectada, en momentos en que la crisis de Ucrania lo tiene aislado de la comunidad internacional y su gobernante ha perdido la confianza de sus pares.

Más de dos millones setecientos mil refugiados y desplazados en los países vecinos, 150 mil muertos y miles de heridos son las víctimas de este conflicto que ya entró en su cuarto año, sin apariencia de un pronto final. No obstante, el régimen se jacta de haber hecho avances contundentes en zonas que estaban en poder de los rebeldes, y haber recuperado bastiones emblemáticos de los opositores. Probablemente, la crisis humanitaria que se vive en amplios sectores del país, donde las agencias de ayuda no pueden llegar a aliviar las penurias de la población civil atrapada en medio de los combates, ha debilitado la capacidad de resistencia de los rebeldes, y ha permitido que el gobierno, reforzado, hable de soluciones políticas que no son tales.

Ese sería el caso de la reciente convocatoria a elecciones presidenciales para el 3 de junio, que la comunidad internacional no puede aceptar en las actuales condiciones. Un proceso electoral en medio de la guerra, con votaciones exclusivamente en las zonas controladas por el régimen y sin supervisión internacional, sería inaceptable y, para muchos, ilegítimo. La ONU ha dicho que es "un obstáculo" para las conversaciones de paz. Para Estados Unidos sería una "parodia de democracia", y la Unión Europea considera que significaría "ignorar los principios básicos de la democracia".

De acuerdo con los compromisos adoptados en Ginebra en 2012, la salida política al conflicto sirio pasa por la formación de un gobierno de transición, en el que estén representados oficialistas y opositores, los que avancen en reformas constitucionales que permitan llegar a una elección democrática. En la situación actual sería ingenuo pensar que la resolución pacífica esté a la mano.