El Mercurio.com - Blogs : Liceos emblemáticos: fin de un patrimonio
Editorial
Jueves 24 de abril de 2014
Liceos emblemáticos: fin de un patrimonio
A estos establecimientos ingresan jóvenes que durante la primera etapa escolar han evidenciado un compromiso innegable con el aprendizaje y han destacado por sobre los demás...
El año pasado el Instituto Nacional cumplió dos siglos. Durante su historia, "el primer foco de luz de la nación" ha sido un centro educativo de excelencia y ha seleccionado a sus estudiantes a través de estrictos criterios académicos. Esa tradición se ha mantenido, a pesar de las sabidas presiones por incorporar alumnos saltándose dichas vallas. Quince presidentes de la República egresaron de sus aulas tras haber sido aceptados en ellas después de cumplir sus exigencias. En todos los ámbitos de la vida social, política, económica y científica sus egresados ocupan lugares de liderazgo, y le han dado fuerzas a una muy debilitada movilidad social. Algo similar, aunque quizás de manera no tan visible, ocurre con los egresados de otros liceos emblemáticos de Santiago y regiones. La Presidenta Bachelet se graduó en uno. Y el ejemplo de ella, como el de tantos, prestigia a la educación pública.
Sin embargo, esta experiencia podría llegar a su fin. El ministro de Educación ha asegurado que los así llamados liceos emblemáticos no podrán seleccionar a sus estudiantes por mérito académico. Aunque advirtió que el proceso será gradual, la decisión es definitiva. La medida sorprende: supone acabar con una tradición valiosa sin que se ofrezcan estudios serios que permitan validar la conveniencia de hacerlo. Es razonable que se cuestione una selección temprana, a una edad en que es difícil percibir el esfuerzo de los estudiantes y sus méritos. Pero, en el caso de los liceos emblemáticos, esa selección ocurre después que un estudiante ha recorrido la mitad de su vida escolar y, por tanto, ha tenido la oportunidad de mostrar sus capacidades en distintas circunstancias.
A estos establecimientos ingresan jóvenes que durante la primera etapa escolar han evidenciado un compromiso innegable con el aprendizaje y han destacado por sobre los demás. Es apropiado que ese mérito sea reconocido y, eventualmente, incorporado en un liceo de excelencia. La educación tiene un trasfondo democrático indudable, pero eso no significa que deba desaparecer toda distinción. Un igualitarismo irreflexivo puede significar un desperdicio de talentos, particularmente de grupos socioeconómicos que no son los más acomodados y de donde proviene buena parte de los estudiantes de estos planteles. Se ha argumentado que todos los liceos deben ser de excelencia; nadie puede discutir esa premisa, pero, aun si ello lograse concretarse, siempre hay espacio para liceos que quieren reunir a estudiantes que han mostrado una especial dedicación. De eso se trata la experiencia de los llamados emblemáticos.
Sin lugar a dudas, detrás de esta política hay un prejuicio. Se asume, muy a la ligera, que estos liceos no son experiencias valiosas y que sus desempeños se explican exclusivamente por la selección de sus alumnos; tal selección privaría a otros de la oportunidad de beneficiarse de la presencia de esos buenos estudiantes en sus salas de clases. Sin perjuicio de que esta mirada involucra una coacción solapada, la evidencia respecto del efecto par es extraordinariamente débil, además de las dificultades que supone su estimación. En cuanto a la crítica de que estos liceos no agregarían valor a sus estudiantes, no ha sido respaldada. En cambio, un estudio reciente publicado en la revista del Centro de Estudios Públicos muestra que alumnos que ingresaron al Instituto Nacional tienen mejores desempeños que aquellos similares que no pudieron hacerlo. La decisión de terminar con estos liceos debería revisarse, ya que puede significar, en el largo plazo, un retroceso para la movilidad social en el país.