Este martes el ministro Alberto Arenas declaraba, luego de aprobada la idea de legislar respecto de la reforma tributaria, que "este no es solo un debate de tributos, es una discusión sobre el Chile que queremos construir de forma transparente".
Tiene razón el jefe de Hacienda en que la modificación a los tributos es clave para alcanzar un desarrollo inclusivo. Se equivoca, sin embargo, en el modo de plantear la discusión. Con sus dichos intenta poner a unos en contra de otros, como si solo algunos chilenos quisieran luchar por una nación más próspera y justa. Y eso no es cierto. Existe hoy un amplio consenso reformista en materia tributaria: desde la derecha -salvo la UDI- hasta el PC y desde trabajadores a empresarios. Pero el ministro impone la idea de que solo "su reforma" a los impuestos es la válida y que todo aquel que plantee desacuerdos, simplemente no está por los cambios y no aspira a un país más pujante y equitativo.
El gobierno aplica lo que Lakoff, profesor de lingüística en Berkeley, denomina los "marcos mentales" para establecer los términos de referencia del debate. Mediante una ofensiva comunicacional con propuestas dotadas de una importante carga simbólica, emocional y moral, se logra que dichos marcos mentales y valóricos bloqueen el razonamiento analítico y la discusión desapasionada de los planteamientos de la autoridad. Ello a su vez permite convencer a la sociedad de que solo hay un camino para lograr los objetivos planteados. Así los neoconservadores norteamericanos supieron establecer "los marcos del debate" denominando a la invasión a Irak la "guerra contra el terror" de modo que quien se oponía resultaba ser antinorteamericano y sospechoso de simpatizar con el terrorismo.
En nuestro caso, la Nueva Mayoría (NM) sentía que había que ir mucho más allá del gobierno de Piñera y hacer una "verdadera reforma tributaria". El nefasto legado populista de la administración anterior -de derecha- haría palidecer cualquier intento de la NM que no fuera una reforma de gran calado. Por ello la aprobación de la reforma tributaria se plantea como un deber moral y se invalida todo disenso frente al alza a los tributos. Se nos obliga a estar del lado del 10% más rico que se verá afectado por los mayores tributos, o con el 90% de los chilenos que se verán beneficiados con la mayor recaudación.
¿Y si también fuéramos reformistas, pero no nos gusta esta reforma en particular?¿Es acaso el único cambio impositivo posible para tener un Chile con crecimiento y equidad? Discutámoslo, pero sin etiquetar de insensible al que piensa diferente. Hagámoslo con análisis y con tiempo, no con los 15 minutos que se dieron a quienes expusieron sus planteamientos. Necesitamos debatir - fuera de los "marcos mentales" impuestos por la autoridad- cómo fomentaremos el ahorro en las empresas cuando el FUT sea eliminado y no reemplazado por otros mecanismos sustitutivos. También parece adecuado conocer el uso de esos fondos, pero solo tenemos los titulares de un proyecto de reforma educacional que se ha centrado en el financiamiento y que nada dice respecto a la calidad de la enseñanza que se entregará a nuestros jóvenes. Adicionalmente, un alza de impuestos implica que el Estado recibirá una cantidad sustancialmente mayor de recursos, pero el debate sobre la modernización de la administración pública, gestora de esos nuevos recursos, ha sido inexistente.
Subamos los impuestos y busquemos igualdad tributaria -hay consenso-, pero al mismo tiempo debatamos racionalmente cuál será el destino de los recursos y su impacto en la calidad de la educación, junto con las herramientas y exigencias que tendrá el Estado como administrador de dichos esfuerzos impositivos.
Si el Gobierno persiste en su intransigencia e impone sus "marcos mentales", cuando llegue la hora de las reformas educacionales, políticas y constitucionales, posiblemente seremos nuevamente arrastrados a una división maniquea y solo habrá una respuesta válida. Ya sabemos en que terminó el "avanzar sin transar" de Altamirano -secretario general del PS- en 1971. Mejor es transitar desde el reformar sin transar al "no reformar sin antes dialogar, analizar y consensuar". Ojalá las pequeñas señales de diálogo emanadas desde Hacienda sean un síntoma de un nuevo ánimo en Teatinos 120. También será clave el voto DC, quien en esta oportunidad se juega buena parte de su identidad de partido de centro articulador. ¿Tendrán los legisladores de esa tienda el coraje para plantear su posición? Ojalá.
Carlos Portales E.