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Viernes 18 de abril de 2014
Adiós a García Márquez, el hombre que universalizó la literatura latinoamericana
El escritor y periodista colombiano murió a los 87 años en Ciudad de México, y deja emblemáticas novelas como "Cien años de soledad", "El amor en los tiempos del cólera" y "Crónica de una muerte anunciada". Ganador del Premio Nobel en 1982 y pieza clave del Boom latinoamericano, logró internacionalizar las letras del continente.
Constanza Rojas y Equipo de Cultura
Uno de los primeros recuerdos que tenía Gabriel García Márquez de su infancia era estar jugando en el patio, y ver pasar a una mujer con la cabeza de su marido envuelta en un trapo. Atrás traía el resto del cuerpo. Era Aracataca, un pueblo bananero de menos de diez mil habitantes, con calles sin pavimentar, donde todo hombre llevaba un machete y había gran porcentaje de analfabetismo. Ahí nació el 6 de marzo de 1927 el escritor colombiano, quien ayer, a los 87 años murió en Ciudad de México convertido no solo en un hito fundamental de la literatura latinoamericana, sino en uno de los personajes más relevantes del siglo XX. Y murió, también, como el responsable de que, en alguna medida, el resto del mundo todavía crea que Latinoamérica es como su Aracataca natal. Más conocida como Macondo.
El autor de "Cien años de soledad", "El coronel no tiene quien le escriba", "Relato de un náufrago", "Crónica de una muerte anunciada", "El amor en los tiempos del cólera" y otros libros convertidos en clásicos de la literatura en español, creció en una sociedad conservadora y criado por sus abuelos los primeros diez años. A los 9 se apasionó con "Las mil y una noches" y se encantó con Rubén Darío. Años después leyó a Joyce, Faulkner, Hemingway y Virginia Woolf, y se lanzó a escribir su primera novela "La hojarasca". Según el biógrafo de Márquez, Gerald Martin, sería la nostalgia provocada por un viaje con su madre lo que daría origen al libro.
"Gabo", como se le apoda universalmente, estudió para ser abogado, pero después del "Bogotazo", en 1948, en que su universidad debió cerrar, se retiró. Comenzó a trabajar como reportero, y así continuó haciéndolo intermitentemente hasta el fin de sus días. A pesar de que hoy sus libros son materia de estudio obligado en colegios y universidades, y de que llegó a convertirse en un destacado periodista, García Márquez nunca terminó una carrera universitaria.
Como gran parte de su obra, la ideología de García Márquez tiene uno de sus orígenes en la infancia. En 1928 se desató una huelga de las bananeras en la que medió su abuelo, y que terminó en una cruda matanza en la estación ferroviaria de Ciénaga. Nunca se supo el número de muertos, pero el relato de los hechos quedó en la memoria del escritor e incluso pasaría a ser parte de "Cien años de soledad". "Gabo" finalmente siempre comulgó con la izquierda, tuvo una relación activa y estrecha con Cuba y Fidel Castro.
En 1955 se trasladó a Europa, luego de que el régimen de Gustavo Rojas Pinilla comenzara a poner ojo censor a sus columnas. En esos años, García Márquez conoció el París de quienes se deslumbraban por la ciudad, pero no tenían dinero para vivir en ella. Pasó hambre y a duras penas pagaba el arriendo luego de que el periódico para el que trabajaba cerrara. Pero "El coronel no tiene quien le escriba" avanzaba, tal vez como correlato de un escritor que también esperaba la llegada de dinero para su subsistencia.
En París tuvo un intenso romance con la española Tachia, pero en 1958 se casó finalmente con la colombiana Mercedes Barcha, a quien, según el mismo García Márquez decía, le pidió matrimonio a los 13 años. Tuvo dos hijos con ella y se mantuvieron juntos hasta la muerte del escritor. 56 años en total.
El Boom de los cien años
Gabriel García Márquez se sentó un día a escribir como lo hacía siempre. La diferencia, como solía narrarlo él, es que esta vez no se levantó por 18 meses. La gestación de "Cien años de soledad" estuvo tan rodeada de magia como la que contiene en su interior. Apenas creó la escena del primer José Arcadio Buendía encontrándose un galeón español en plena selva, supo que la historia llegaría a buen puerto.
Siempre había querido escribir una saga familiar en su Aracataca natal, bajo el nombre de Macondo y, de hecho, lo intentó a los 17 años con el relato "La casa". Pero lo que finalmente le permitió hacerlo fue descubrir que en lugar de un libro sobre su infancia, debía escribir sobre sus recuerdos de infancia. Esto le dio un espacio para la exuberancia y para lo que después se llamaría "realismo mágico".
Así explica Martin en su biografía: "En vez de hablar de la realidad, debía hablar de la representación de la realidad". No tenía que recuperar exactamente lo que había sucedido, sino mezclar relatos, invenciones y recuerdos. La historia de una familia que trata de evitar un hijo con cola de cerdo producto del incesto, como Márquez la describe, tiene como precedente a su propia familia casándose sucesivamente entre primos, y los personajes tienen un desdibujado correlato en algunos de sus parientes. Fundió la visión de su pueblo, de América Latina, con sus lecturas y experiencia.
Escribió el libro con dedicación exclusiva y a una velocidad abismal, y la recepción que tuvo fue igual de vertiginosa. Para enviar la novela a la editorial Sudamericana en Buenos Aires, García Márquez tuvo que empeñar la estufa, el secador y la licuadora. Pero, tras su publicación en 1967, y con los elogios previos de Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes (la llamó "la Biblia" de Latinoamérica), la novela de este autor aún algo desconocido llegó a vender en dos semanas 5.400 ejemplares solo en Buenos Aires. Fue llamada "El Quijote" de América Latina y favorita tanto de lectores, como de estudiosos literarios, políticos y hasta religiosos.
El mismo 1967 el escritor se trasladó a Barcelona, donde estaba su agente literaria Carmen Balcells y el auge de las editoriales en español, empujado principalmente por las exitosas novelas latinoamericanas del momento. Ahí está "Rayuela" (1963), de Cortázar; "La región más transparente" (1958), de Carlos Fuentes, y otras. A Barcelona llegó también el chileno José Donoso, el peruano Mario Vargas Llosa -cuya amistad luego sufrió un quiebre irremediable- y junto a Fuentes (en Londres) y Cortázar (en París), además de otros como Jorge Edwards, llegó a su apogeo el Boom latinoamericano. El momento en que, de pronto, la literatura de esa región estaba de moda y alcanzó dimensiones internacionales nunca antes vistas.
Llovieron los premios para García Márquez, el rostro más brillante del Boom. En 1971 la Universidad de Columbia le entregó el Doctor Honoris Causa, en 1972 obtuvo el Rómulo Gallegos y en 1982 el Premio Nobel de Literatura, que recibió vestido con un liquiliqui, traje tradicional de su pueblo. Su obra se convirtió en el imaginario de la literatura latinoamericana y del continente mismo. Si no había mujeres levitando y episodios exóticos, la obra no era considerada propiamente latinoamericana, y más de algún turista se debe haber desilusionado de no encontrar eso en el Caribe.
Como punto de inflexión literario, el Boom obligó a todo escritor del continente a definirse en relación a este. O estaban con él o, como lo harían generaciones posteriores, trataban de desmarcarse de él. En esta última corriente aparecieron, por ejemplo, la Generación de Crack, con autores como Jorge Volpi, y la antología McOndo, de Alberto Fuguet.
Su legado
Eterno amante del cine, García Márquez lo estudió en Roma, hizo guiones con Carlos Fuentes y fue jurado del Festival de Cine de Cannes. Paradójicamente, sería el cine el que lo traería de vuelta a la novela. "Siempre creí que el cine, por su tremendo poder visual, era el medio de expresión perfecto. Todos mis libros anteriores a 'Cien años de soledad' están como entorpecidos por esa incertidumbre", reconoció en un momento. Luego se dio cuenta de todo lo que no se podía hacer en la pantalla, y dio un giro: "Las posibilidades de la novela son ilimitadas".
En su última etapa, García Márquez tenía siete casas en cinco países distintos, y una conversación con él podía costar 50 mil dólares. Había sido recibido por el rey de España, el Papa Juan Pablo II y escogido por la revista Time como uno de los personajes más destacados del siglo XX. También creó la Fundación Nuevo Periodismo, como legado de su destacado trabajo en esta área.
A fines de los 90 sufrió un cáncer linfático, pero lo superó y siguió dedicado a sus letras. Principalmente a sus memorias, que publicó en 2002: "Vivir para contarla". Dos años más tarde lanza su última novela, "Memoria de mis putas tristes", aunque se dice que luego continuó trabajando en otra titulada "En agosto nos vemos", que corregía incesantemente y no llegó a publicar.
Sus últimos días los pasó en su casa en Ciudad de México, hasta que hace unas semanas fue hospitalizado por una infección respiratoria. García Márquez fue siempre un hombre que hablaba y creía en las premoniciones, al igual que su familia y muchos de sus personajes. Y por estos días se le escuchaba decir a su hermana Aída: "La vida tiene su principio y fin, es una realidad y hay que aceptarlo".