¡Cuántas y cuántas mujeres repiten esa frase!
¿Qué quieren decir?
Los hombres dicen otras cosas, como que quieren que sus hijos sean exitosos en lo que elijan, que sean empeñosos. Pero esa ilusión de la felicidad es muy femenina. Supongo que se refieren a que tengan pocos quiebres o problemas o que les vaya bien en sus matrimonios, o que tengan buena salud. No sé. Pero, ¿será que la mayoría de las mujeres creyeron que iban a ser más felices de lo que fueron y sueñan para sus hijos lo que no fue posible para ellas? ¿O será que resumen en esa palabra todos los buenos deseos de una vida plena?
Cuando uno mira los índices de consumo de ansiolíticos en las mujeres chilenas, uno se pregunta si no será esto parte de la obsesión por la felicidad. Curioso que en una sociedad con tanta influencia católica el dolor no sea parte de la vida y que arrancar de él sea una meta.
Sin duda que el siglo que corre no da para que ninguna sociedad busque el dolor, pero no podemos preciarnos de ser realistas y negarnos a enfrentar en la vida su tremenda carga de tristeza y frustración. Prepararnos y preparar a los nuestros para la vida requiere confiar en que la fuerza nace del aprendizaje, del enfrentamiento con victorias y derrotas. De la superación de dolor (que no es tomar la píldora de la felicidad), ensayando recursos propios, equivocándonos, volviendo a pararnos.En la lucha contra la infelicidad hay también grandes satisfacciones.
Cuando escuchamos a nuestras mujeres hablar así, no nos sorprende que la tarea de ser madre sea darle al hijo todo lo posible. Y de que en el camino, las mujeres chilenas estén completamente agobiadas de tanta obligación, de tanta norma, de tanto consumo. El resultado no es el esperado. Los hijos no son todo lo felices que deberían ser según nuestra definición de felicidad y según la cantidad de esfuerzo gastado.
Yo quiero tener hijos buenos. Yo quiero tener hijos sólidos. Yo quiero tener hijos responsables. Yo quiero tener hijos leales.
Podría ser otra manera más real de decir lo mismo. Lo que todas queremos es que nuestros hijos tengan la fortaleza necesaria para enfrentar lo que la vida les traiga y esperamos que lo hagan en un marco de valores que les permita, si no la felicidad, al menos la satisfacción de haber sido correctos, de haber amado mucho, de haber sido hombres y mujeres cabales.
La felicidad a cualquier precio es una mala inversión. Las palabras crean realidades y la palabra felicidad es muy peligrosa.