Sentir que quien es importante para ti te percibe, le importa lo que te pasa y está alineado con lo que te sucede es de la mayor significación emocional. Esto es así a cualquier edad, pero en la infancia es además un requisito básico para el crecimiento emocional y para el aprendizaje. El opuesto, la invisibilización, es dolorosa para quien la sufre y muy dañina para el equilibrio emocional. Sentir durante la infancia que lo que nos pasa y las necesidades que tenemos no son percibidas genera sentimientos de minusvalía, que pueden acompañarnos toda la vida.
El concepto de "sentirse sentido", que describe Daniel Siegel en su libro "Mindsight. La nueva ciencia de la transformación personal" (2011), señala la importancia que tiene para los niños la atención plena de sus padres. Cuando un niño se siente visibilizado se va creando una fuerte conexión emocional que es la base del apego seguro. Sólo cuando se mira en profundidad hay una real conexión con las necesidades del otro.
Los padres, cuando se conectan con sus hijos, desarrollan la aptitud para leer su mente. De alguna manera son capaces de comprender e interpretar en forma correcta los sentimientos y pensamientos de los niños, quienes se sienten, por esta conexión, cercanos y queridos. A los padres competentes les bastan pocas señales de sus hijos, verbales o no verbales, para intuir lo que les está pasando y lo que requieren para su bienestar socioemocional. Tienen la sensibilidad para darse cuenta a cabalidad lo que les pasa a sus hijos.
Martín, un adolescente de diecisiete años, muy inseguro y que se ha visto envuelto en problemas de consumo de alcohol y drogas, relata en el contexto terapéutico: "Tanto mi padre como mi madre son personas muy exitosas en lo suyo. Mi papá es un importante empresario y, en ese sentido, tal como él dice, lo tuve todo. Salvo, claro, tiempo de él para mí. Mi mamá es una política destacada, y su trabajo le exige estar muchas horas fuera de la casa en la tardes y en las noches. Por eso, el cuidado mío y de mis hermanas fue delegado en otras personas. Nunca sentí que mis papás supieran lo que sentía, sólo reaccionaban cuando dejaba alguna embarrada mayúscula. Cómo envidiaba a amigos míos que tenían menos cosas, pero tenían más papás".
Sentirse sentido es sentirse cuidado y es un importante factor protector. La compañía atenta, las experiencias compartidas y la escucha activa van produciendo una sintonía entre padres e hijos, que hace que el hijo o la hija se sientan visibilizados en la relación y que los lazos permanezcan en la memoria emocional. Por el contrario, cuando ello no sucede, como en el caso de Martín, queda la sensación de no haber logrado una sintonía con los padres que dé seguridad y bienestar emocional, y de no haber sido para ellos una prioridad.