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Cartas
Sábado 05 de abril de 2014
La derecha debe ponerse al día
"...las desigualdades que vivimos en Chile son excesivas (...) son inmorales (...) se han hecho intolerables (...) porque están atentando contra lo que es la esencia de una sociedad, que es su cohesión y su armonía interna (...) La ciudadanía (...) quiere una sociedad más respetuosa y más protectora de los derechos de la gente humilde, y que sea menos tolerante y más exigente en evitar y castigar los abusos".
Para bien o para mal, el ex Presidente Sebastián Piñera, temprano en su mandato (junio de 2011) y en un discurso a propósito de los 80 años del diario La Segunda, hace esta reflexión acerca de un tema que, al no contar con un adecuado desarrollo posterior, seguramente es una de las explicaciones de la derrota electoral de la centroderecha y de las expectativas que rodean el segundo gobierno de Michelle Bachelet.
El Presidente Piñera tuvo un relato y trató de abordar un tema sensible para la población. La realidad es que la ciudadanía, tras dos décadas de gobiernos de centroizquierda, había, en enero del 2010, optado por la centroderecha y se inspiraba en un empresario exitoso, consciente de que son nuestras las ideas y prácticas que iban a permitir dar los pasos que faltaban.
No obstante, la centroderecha falló al olvidarse de que las batallas principales hay que darlas en el plano de las ideas, que hay que infundir pasión y convicción por los conceptos básicos, y valores que permiten a las personas surgir y vivir en paz y en torno a las condiciones para que las sociedades logren crecientes niveles de bienestar, movilidad social y cohesión.
Falló al no elaborar un discurso convincente, en el contexto de un Chile donde la ciudadanía, como nunca ilustrada y empoderada, sufre del "malestar del éxito". Un discurso inspirador en torno al perfeccionamiento de políticas públicas sensatas (porque se inspiran en las ideas correctas, las de la libertad, la responsabilidad, la autonomía, en suma, el progreso) que conducen a conciliar, en términos prosaicos, un coeficiente de Gini de país civilizado junto con un salto en el ingreso per cápita y, en términos humanos, un país decente y solidario.
Por el contrario, la centroderecha se comporta como avergonzada de sus ideas e ideales y le pasa en bandeja la iniciativa ideológica a la oposición que, con los aportes de pensadores de peso como Tomás Moulian, Fernando Atria, Gabriel Salazar y Alberto Mayol, entre otros, elabora un atractivo discurso que sirve de sustento intelectual a la izquierda.
La centroderecha debió abordar frontalmente el tema de la desigualdad y la aparente falta de solidaridad y decencia, pero desde la convicción en los principios básicos que permiten que toda sociedad concilie la libertad con la prosperidad y la paz social, rescatando ejemplos inspiradores de otros países, incluyendo casos notables como el de la Suecia actual, por ejemplo.
Ahora, gracias a la Presidenta Bachelet y a la Nueva Mayoría, la centroderecha, reprobada, desarmada y desordenada, debe volver al pizarrón para ponerse al día en los conceptos en que subyace el éxito futuro de Chile. El "sector" deberá dejar a un lado su orgullo herido y concentrarse en conformar equipos de estudio y de acción política para hacer políticamente posible lo que pasó a ser, momentáneamente, imposible.
Nicolás Ibáñez S.
Director Fundación Para el Progreso