Yuri Bashmet, el famoso viola ruso, contaba que en los 70 lo convidaron a estrenar un Quinteto para piano y cuerdas recién escrito por un compositor del que había oído hablar, pero que no conocía: el también ruso Alfred Schnittke (1934-1998). Ensayaron todo un día, y pese al entusiasmo de sus compañeros, Bashmet no entendió ni una sola nota. A la mañana siguiente, sin embargo, se despertó con la rara certeza de que ya no podría vivir sin esa música.
La noche del estreno, celebrando con vodka ofrecido por el compositor, Bashmet le pidió a Schnittke que le escribiera un concierto para viola. Pasaron nueve años, hasta que en 1985 el músico le entregó la partitura manuscrita, que se convirtió en seguida en uno de los conciertos para viola fundamentales del siglo XX y de todo el repertorio.
Con esta obra conmovedora comenzó el concierto de la Orquesta Sinfónica, dirigida por su titular Leonid Grin, el viernes pasado. La viola solista estuvo a cargo del chileno Roberto Díaz, dueño de un sonido de clase mundial, y cuyo acercamiento serísimo y estremecedor a la obra de Schnittke estará entre lo mejor que hayamos escuchado este año.
El compositor procede aquí como en otras obras, presentando el material temático en el instrumento solista: una secuencia de intervalos alejados y luego una melodía dodecafónica que va hacia delante y luego hacia atrás, pero arropada por armonías tonales de la orquesta con un resultado precioso.
Díaz dio cuenta de un completo dominio de los matices de su instrumento, secundado, amenazado y hasta embestido por una Sinfónica reforzada, sin violines, pero con arpa, piano, clavecín y celesta, que se escuchó excelente en manos de Grin.
En el segundo movimiento, la viola se encuentra en medio de un vals decadente, que comenta con acordes en glissandi y que Díaz hizo sonar con ironía elegante; en la cadenza del tercero, el músico impuso un justo carácter trágico con el que supo tocar a un público que agradeció larga y sentidamente.
Siguió la Sinfonía Nº9, "La grande", de Schubert, que con su extenso marco no hizo sino poner en relieve la experiencia de la pieza anterior.
Para quererlo y entenderlo, sea a la mañana, días o años siguientes, a Schnittke hay que escucharlo con la mayor atención. Debemos agradecerle a Grin y a Díaz que tengamos la oportunidad de hacerlo en Chile, dentro de la temporada más atrevida y culturalmente responsable del país.