A seis fechas del final, nada parece impedir que Colo Colo baje la estrella soñada. Hizo bien las cosas: contrató con acierto, apostó por un juego de ataque y retomó la convocatoria. Como dijo Arturo Salah, el momento es inmejorable, impropio de un equipo que se proyecta con tanta inestabilidad directiva en el futuro cercano.
El gran mérito es de Héctor Tapia, que supo darle una contundencia impresionante a un cuadro que tiene poco balance, que a ratos ni brilla y que pareciera perder protagonismo en largos pasajes del partido, como aconteció ayer. La virtud del entrenador fue jugarse por una estrategia, encontrar la formación y ser más audaz que el resto.
No necesitaba el cuadro albo, por ende, de tanta colaboración para reconquistar el rendimiento y la adhesión popular. O'Higgins se restó tempranamente de la lucha al privilegiar Berizzo la Copa Libertadores, reservando plantel en varios partidos. La Unión Española, un tanque siempre poderoso, se demoró una eternidad en encontrar el equilibrio. Pero fueron las dos universidades la que más ventajas han dado en este certamen.
En el clásico matinal quedaron dos cosas muy claras. La primera es que Cristián Romero tardó en encontrar una fórmula ganadora, y fue a costa de involucionar en el estilo que deslumbró con Sampaoli en la banca. A esta U no le interesa la presión ofensiva, ni el aprovechamiento de las bandas, ni ceder la pelota. El mismo técnico asumió que la victoria -clara y rotunda- la habían planificado sacrificando la eficiencia en ataque en pos de controlar el juego de los rivales. Algo impensado hasta hace muy poco y que no ameritará críticas de la parcialidad (ni siquiera de los más nostálgicos) en virtud del resultado. Aunque es claro que los cambios directivos buscarán reeditar la vieja fórmula con un muy anunciado cambio de mando en la banca.
Lo más preocupante es lo de la UC, que otra vez podría interpretarse -sin faltar a la verdad- como incapacidad para afrontar la presión. En un partido clave para mantener la opción, sus rendimientos individuales fueron bajísimos. Pero, peor aún, la falta de agresividad de los de la franja es asumida por el propio Astudillo como el afán por controlar primero el mediocampo, sacrificando peso y variantes en el área. Un modelo, una táctica y una explicación como de los viejos tiempos. Sin gracia, sin brillo, sin éxito, más aún cuando el desafío era al todo o nada.
La falta de audacia, de vértigo, de desborde, de las añoradas "dobles puntas" ha sido una tendencia cada vez más marcada en este torneo, donde Colo Colo goza la diferencia. Las cifras, a poco de la meta, los tienen cerca del premio. Merecido y justo. Porque se lo tomaron en serio, y trataron siempre de hacerlo entretenido. Lo que para los tiempos que corren, se agradece.