Está escrito que los premios Oscar a las mejores actuaciones tienen debilidad por personajes enfermos, más o menos terminales; o bien por los que sufren discapacidades de distinto rango y variedad.
La segunda alternativa, igual de frecuente que la anterior, son las actuaciones que reproducen personajes históricos que vienen de la realeza, política, negocios o arte.
El caso es que las actuaciones en estas categorías se hacen notorias, indiscutibles y sobre todo visibles.
Algunas porque están iguales al imitado –a la reina o al escritor famoso– y otras porque incluso alteran y modifican su físico, como antesala del profesionalismo y de la actuación propiamente tal.
Matthew McConaughey ganó el Oscar a Mejor Actor después de bajar 22 kilos y exhibir un cuerpo huesudo y famélico para interpretar a Ron Woodroof, un vaquero y electricista tejano y pendenciero, machista y homofóbico, que se infecta con sida.
En 1985 el diagnóstico es de cuatro semanas de vida, y el único medicamento permitido por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) y recetado por los médicos es el antiviral AZT: la azidotimidina.
Woodroof, entonces, realiza una de esas proezas individuales que son un tesoro nacional para la cultura y el cine de Estados Unidos: es el hombre que se levanta contra el sistema y descubre sus grietas.
Es el individuo antes que el Estado y es el espíritu independiente que discute lo conocido.
Recurre a la medicina alternativa, encuentra fármacos en otros países, denuncia la inutilidad y los peligros de la AZT y decide convertir en un negocio la enfermedad y la necesidad, porque es mucha la demanda, los contagiados aumentan y mueren, y es nula la oferta de medicamentos.
Woodroof es finalmente un emprendedor que adquiere conciencia humana y social, mientras resiste el sida y se enfrenta con las instituciones, desde los gobiernos a los laboratorios, pasando por las organizaciones médicas.
En este proceso conoce a Rayon, un transexual infectado con sida e interpretado por Jared Leto, después de un esfuerzo y sacrificio que valió la pena: ganó el Oscar a Mejor Actor Secundario y llegó a pesar 52 kilos en un metro 80 centímetros.
“El club de los desahuciados” es una de esas películas de actuaciones extremas y, por tanto, tan físicas y evidentes como los acontecimientos que relata y los sentimientos e ideas que desprende.
Quizás lo más notable es el tercer Oscar que obtuvo, y que fue para Adruitha Lee y Robin Mathews por maquillaje y peluquería.
La película tiene un aura de enfermedad y morgue gracias a estos oficios.
Y no solo en los enfermos, también en los médicos y en el clima general de resistencia e ignorancia frente al sida: un mal cadavérico que afea y rompe por dentro, la angustia que carcome y el miedo de mirarse al espejo.
Dallas Buyers Club. EE.UU., 2013. Director: Jean-Marc Vallée. Con: Matthew McConaughey, Jared Leto, Jennifer Garner. 117 minutos. Mayores de 18 años.