"La eterna anomalía italiana". Ése es el título del editorial que ayer llevaba en portada el diario La Stampa, y en el que se destacaba cómo ninguno de los tres primeros ministros sucesores de Silvio Berlusconi tras su sonada (y forzada por los mercados) dimisión en noviembre de 2011 ha sido elegido en las urnas. No lo fue Mario Monti, no lo fue Enrico Letta y no lo será Matteo Renzi, quien mañana domingo podría convertirse en el nuevo jefe del Ejecutivo.
Monti y Letta al menos tenían como disculpa haber llegado a ser primeros ministros saltándose a la torera el procedimiento democrático de unas elecciones generales por la grave situación de crisis con la que a ambos les tocó lidiar. Monti se hizo cargo de las riendas del país cuando la prima de riesgo se encontraba por las nubes y el peligro de que Italia quebrara era real. Letta, después de que Italia llevara dos meses paralizada por unos comicios que habían llevado a la ingobernabilidad absoluta.
Renzi no puede argumentar nada de eso. Es verdad que la situación económica en Italia es mala, pero como lo es en todos los países del sur de Europa. Pero no existe objetivamente una tesitura tan desesperada como la que vivieron Monti o Letta.
En palabras del Corriere della Sera: Italia es un lugar tan anómalo que para ser primer ministro en lugar de ganar unas elecciones generales basta con ganar las elecciones primarias de un partido, como hizo Renzi en diciembre pasado al convertirse en secretario general del Partido Democrático (PD).
Ése es el gran punto débil de Renzi. Muchos analistas consideran que el alcalde de Florencia ha cometido un error garrafal al forzar a Letta a la dimisión para ocupar él su lugar. O lleva realmente a cabo cambios importantes y pone en práctica una batería de reformas, o puede haber firmado su suicidio político.
Por no hablar de que el gran beneficiado de las puñaladas internas que han liquidado a Letta y que van a aupar a Renzi al sillón de primer ministro es Silvio Berlusconi, el mismo de siempre, el tipo que lleva 20 años dominando la política italiana y resucitando todas y cada una de las veces que le han dado por muerto.
Si alguien sale ganando con el espectáculo de la enésima lucha fratricida que acaba de ofrecer el Partido Democrático es Il Cavaliere . Para empezar, puede ahora sacar pecho y proclamar que es un demócrata que si ha sido tres veces primer ministro lo ha hecho en riguroso cumplimiento de la voluntad popular. Además, el desgaste de la izquierda y, en especial, de Renzi, juega claramente a su favor. De hecho, los últimos sondeos muestran que mientras el PD baja, la centroderecha de Silvio Berlusconi se mantiene en torno al 23-25% de los votos. Y eso a pesar de la inhabilitación de Il Cavaliere , de su condena en firme por fraude fiscal, de haber sido declarado culpable en primer grado de prostitución de menores, de estar siendo juzgado por comprar a un senador a golpe de talonario, y de otros escándalos...
Ya con anterioridad a liquidar a Letta, Renzi contribuyó a dar legitimidad a Berlusconi, sentándose a negociar con él una nueva ley electoral antes de someterla siquiera al dictamen de su partido. Y el proceso de rehabilitación de Il Cavaliere sigue. A pesar de estar inhabilitado, será él quien hoy acuda al Palacio del Quirinale como representante de Forza Italia para participar en las consultas que está llevando a cabo el presidente Giorgio Napolitano.
Además, Forza Italia ya ha anunciado que no dará su apoyo al Gobierno de Renzi y que seguirá en la oposición, poniendo también su inestimable granito de arena para desgastar al nuevo primer ministro, quien también corre el riesgo de morir fagocitado por su propio partido. Al fin y al cabo, el PD ha hecho de devorar a sus hijos una de sus especialidades.
"La nueva generación del PD corre el riesgo de desgastarse y de hacer una espléndida campaña electoral en beneficio de Silvio Berlusconi y de Beppe Grillo", sostiene Massimo Franco, analista del Corriere della Sera.