Es desalentador, por cierto, que la designación de la nueva ministra del Deporte tuviera inspiración política y no técnica. No será la primera ni la última vez que un gobierno -de cualquier tendencia- opte por los equilibrios partidistas por sobre las aspiraciones sectoriales para realizar un nombramiento, pero esta vez había fundadas esperanzas en que a la cabeza de la recién creada repartición asumiera alguien con conocimiento cabal de las tareas.
Fundamentalmente porque en el primer gobierno de Michelle Bachelet se inició un proceso de inversión y desarrollo en infraestructura que, con el decidido apoyo de su sucesor, Sebastián Piñera, transformó la geografía de los estadios y recintos del país de modo drástico. No solo el fútbol recibió la generosa dádiva estatal, hoy -gracias a la organización de los Juegos Sudamericanos- contamos con nueva piscina, velódromo, polideportivo y una base de recintos que nos acerca a la modernidad.
Si a eso sumamos los avances del Comité Olímpico con el alto rendimiento y los esfuerzos de algunas federaciones para incrementar el nivel de competencia interna, comprenderemos que estamos mejor de lo que históricamente hemos estado. Y que el gran déficit de las políticas públicas en materia deportiva sigue siendo la escolaridad. La aberrante, dolorosa e infame brecha que existe entre la educación física que se imparte en los colegios privados con respecto a los fiscales, lejos de reducirse se ha incrementado en los últimos años, lo que nos convierte en un país de profunda inequidad también en el acceso a la práctica deportiva.
No hay, por ende, comparación entre la inversión desarrollada por los últimos dos gobiernos en infraestructura, alto rendimiento y difusión del deporte comunal con el desinterés y la desatención que sufrimos en el área escolar.
La designación de Natalia Riffo no resuelve las dudas que existían en torno a la política a seguir por el futuro gobierno. La preocupación de los deportes federados por la eventual llegada de un hombre ligado al fútbol, o que se transforme al ministerio en una plataforma mediática para cualquier personaje con proyecciones, debido a la gran cantidad de eventos que se avecinan, no serán el foco de atención en los próximos meses, sino acertar con la gran incógnita: los énfasis que impondrá la recién nominada, con escasa experticia en los requerimientos del sector.
De una cosa podemos estar seguros, en todo caso. Natalia Riffo sabe de seguridad ciudadana y criminalidad, por lo que de manera natural debería tomar postura en Estadio Seguro, un plan del gobierno de Piñera que tuvo gran protagonismo y escasos resultados. Un programa en el cual Gabriel Ruiz-Tagle hizo mutis por el foro por sus innegables contradicciones con su labor en Colo Colo. Ya es hora de que alguien redefina las necesarias medidas de orden público e inteligencia que se requieren para, de una vez por todas, sancionar a los responsables de la violencia en los estadios.
El resto habrá que irlo viendo en el camino. No queda otra.