Evelyn Matthei ha culminado de manera brillante una campaña presidencial que desde el primer momento se le presentó llena de adversidades.
Las circunstancias en que fue nominada por la Alianza, después de dos candidaturas fallidas, representaron un desafío formidable para su éxito electoral. Superada la primera vuelta, en que obtuvo más votación que la que le pronosticaron la casi totalidad de las encuestas, enfrentó la segunda con el desafío de remontar una importante desventaja.
En el debate presidencial del martes pasado puso en evidencia la diferencia de capacidades para gobernar a Chile que hay entre ella y Michelle Bachelet.
Evelyn fue clara en sus propuestas, contestó todas las preguntas formuladas por los periodistas e interpeló a su adversaria con respeto, pero también con agudeza, para poner en evidencia sus contradicciones, sus frecuentes cambios de opinión, cuando no simplemente su desconocimiento de materias fundamentales para la buena conducción de los asuntos públicos.
Michelle Bachelet no fue capaz de explicar cuál era su propuesta en temas tan centrales de su programa como la reforma constitucional, donde evadió pronunciarse acerca de cuestiones como la realización o no de una asamblea constituyente, o la reforma educacional, materia en la cual la gratuidad de la enseñanza superior parece una consigna que nadie sabe cómo va a ponerse realmente en práctica.
Tampoco pudo explicar la candidata de la Nueva Mayoría por qué había cambiado de opinión en relación con la calificación del pequeño tráfico de marihuana, respecto a la gratuidad de la educación superior y acerca del sistema de pensiones, donde ella realizó una importante reforma.
Pero lo que es más inquietante, en dos temas que no era difícil prever que sería interpelada, como son su actuación en el terremoto y tsunami del 27 de febrero y su decisión de poner en práctica el Transantiago, no sólo no ofreció explicaciones convincentes acerca de su actuación como Presidenta de la República, sino que además dejó la impresión de que hoy día tampoco reaccionaría bien, ya que no ha comprendido la naturaleza de los problemas que le tocó enfrentar.
En efecto, no fue capaz de precisar cuál debiera ser el rol de las distintas autoridades que tienen responsabilidad y mando frente a una emergencia ni de señalar qué medidas pondría en práctica hoy día para mejorar el funcionamiento del sistema de transporte público de Santiago.
Repitió muchas veces que ella escuchaba a la gente, y lo cierto es que esa noche la gente esperaba escucharla a ella.
Claramente, Evelyn Matthei ganó el debate presidencial, y si un observador externo fuera interrogado acerca de cuál de esas dos mujeres sería la futura Presidenta, probablemente se habría inclinado por la candidata de la Alianza.
¿Significa esto que Evelyn Matthei será capaz de remontar la importante ventaja que su contendora logró en la primera vuelta al superarla por más de veinte puntos porcentuales?
No lo sabemos. La tarea parece titánica, pero la candidata de la Alianza ha demostrado al menos que tiene el temple suficiente para superar la adversidad. Si llegara a ganar, sería una verdadera sorpresa.
En cualquier caso, aunque ello no suceda, es muy importante para Chile que Evelyn Matthei saque una alta votación en la elección de mañana. Aunque no gane, si obtiene un importante caudal de votos significa que los chilenos le habrán dado un mandato limitado a su adversaria, que tendrá que tomar en cuenta la opinión de un grupo muy importante de chilenos antes de emprender reformas radicales.
Porque si es cierto lo que dicen los partidarios de Michelle Bachelet, de que los chilenos no tienen nada que temer porque las reformas que ella realizará no serán radicales, entonces quiere decir que los moderados son mayoría en el país.
Evelyn Matthei ha demostrado que es una mujer que pone el servicio público por sobre sus conveniencias personales y ha enfrentado una campaña dura y difícil. Lo menos que merece es que mañana sus partidarios vayamos a votar con entusiasmo por ella.