Dos autos avanzan por los caminos de tierra de la Patagonia y el destino final son las cercanías de Bariloche y las orillas del lago Nahuel Huapi.
Un auto lo conduce un hombre solitario que escapa; en el otro viaja una familia que busca rehacer su vida y rearmar una hospedería en el sur del país.
Es el verano de 1960 y los personajes se internan por una planicie desolada, mientras divisan el tamaño portentoso de la cordillera y respiran el aire limpio del fin del mundo.
El hombre entrega un nombre y profesión falsos, veterinario Helmuth Gregor, pero a poco andar se descubre su condición de criminal nazi perseguido y en fuga: el médico Josef Mengele (Álex Brendemühl).
En la familia, la madre está embarazada, el padre es un artesano que fabrica muñecas y Lilith (Florencia Baldo), la hija adolescente, es demasiado baja y menuda para sus 12 años.
La directora Lucía Puenzo, en “XXY” (2007), ya extendió las cartas que más le interesan: los misterios de la biología, el aislamiento familiar y la identidad sexual.
“Wakolda”, que es el nombre de una muñeca, contiene estos elementos, pero además un componente histórico por el personaje de Mengele y también por la protección que los jerarcas nazis encontraron en Argentina.
Las maneras amables y educadas del médico alemán esconden propósitos indefinibles: curar, experimentar, controlar o eventualmente, incluso, querer a alguien.
Existe en Eva (Natalia Oreiro), la madre de la niña Lilith, un pasado donde la educación fue alemana y argentina, y en esas costumbres y formación aún están las astillas del Tercer Reich derrotado.
Y también, pero ahora en un caserón elegante y solitario, sobreviven unos seres viejos y heridos, que alguna vez fueron los líderes y patrones del nazismo.
En la atmósfera macilenta y peligrosa de la historia y en la turbiedad de algunos personajes se intuyen las erupciones de un mundo enfermo, seductor y monstruoso.
“Wakolda” es la apuesta de Argentina a las nominaciones al Oscar como Mejor Película Extranjera, y se trata de una historia sumergida en formol que observa y estudia los restos de una ideología cataléptica, pero no muerta.
La película circula por distintos géneros y evita, hasta donde puede, anclarse en las clasificaciones del melodrama familiar, el relato policial o la denuncia política.
“Wakolda”, en ese carácter híbrido e inestable, encuentra sus mejores momentos, porque la película resiste la identificación y esconde su ADN.
Cuando prevalece un género sobre otro, por ejemplo el thriller político con flecos de best seller, la historia pierde ese clima mórbido y malsano compuesto por cuestiones inasibles, pulsaciones secretas y deseos inconfesables.
De otra manera: la película es mejor cuando prevalece el cine de autor, sobre el cine de género.
“Wakolda”. Argentina, Francia, España, Noruega. 2013. Directora: Lucía Puenzo. Con: Álex Brendemühl, Florencia Bado, Natalia Oreiro. 93 minutos. TE +7.