Vaya primero una confesión: por Dios que se abren restaurantes peruanos. Si hasta se apoderan de sitios ocupados anteriormente por restaurantes chinos... con lo incombustibles y perennes que eran los restaurantes chinos. Realmente, parece casi una película de ciencia ficción. ¿Llegará el día en que comamos anticuchos de corazón en las fondas? Bueno, si son tan sabrosos como los que preparan en ProBoca, es como para dudarlo frente al dilema.
Allí en el sector de Plaza Ñuñoa, en la esquina de Manuel de Salas con 19 de Abril, se acaba de abrir este restaurante. Y con apenas días de nacido, hay que desearle una larga vida. Porque la sazón, el alma de la cocina peruana, vive en sus platos (suena siútico, pero bueno, así es).
Primero, un pulpo grillado a las finas hierbas ($7.500), bien aliñado, blandito, intenso, y que dejó con las ganas de haber optado por el pulpo para dos ($14.900), o por su versión con salsa anticuchera. A la par, un cebiche glorioso, del chef ($7.400), con pescado, locos, camarones al rocoto y centolla al ají amarillo. Lo mejor: el reto del mozo por haber dejado la leche de tigre, el juguito, por lo que hubo que obedecerlo. Tenía razón.
Luego, los anticuchos de corazón ($5.200), pedidos ¾ como recomendó –nuevamente– el señor mozo. Blandos, y nada de tímidos en su carga de ají panca. Sazón, nuevamente, la que fue más débil al pedir algo menos típico, unos ravioles rellenos de ají de gallina, que estaban ricos, pero menos intensos.
Para terminar, casi rodando, un suspiro de limeña ($3.200) y dos cafés.
Y si bien es verdad que comer peruano ya no es una novedad, cuando se encuentra una cocina así de potente, la sorpresa reaparece.
Manuel de Salas 162, 27238937.