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Domingo 24 de noviembre de 2013
“Asumimos nuestra responsabilidad y lideraremos el proceso de autocrítica y cambio en el partido”
El diputado Patricio Melero dice que la colectividad tuvo un resultado adverso, pero que esto no es una crisis. Afirma que en la elección del 17 de noviembre se dio una “tormenta perfecta” que fue difícil de revertir.
Gabriel Pardo
Patricio Melero no ha tenido días fáciles después de la elección del 17 de noviembre. Su partido experimentó una clara baja en su votación y disminuyó de 38 a 28 sus diputados. “A 29”, aclara él, luego de que se supiera que Felipe de Mussy, candidato a diputado por Puerto Varas, había roto el doblaje opositor.
En esta entrevista, Melero repetirá varias veces que “asume su responsabilidad”, pero aclara también que aquí lo que sucedió fue una “tormenta perfecta”.
—Su partido bajó su representación de 38 a 29 diputados y disminuyó la votación que venía obteniendo por sobre el 20% en las elecciones de diputados. Además, perdieron las dos circunscripciones metropolitanas. ¿De quién es la responsabilidad de ese resultado electoral?
—Las responsabilidades son de las directivas y obviamente de uno como presidente. Pero son compartidas en el marco de una serie de situaciones que generaron lo que yo llamo una tormenta perfecta.
—¿A qué se refiere?
—Se concatenaron una serie de factores. Primero, la UDI arriesgaba más, así que era el partido que más podía perder. Aparte de ello, había un contexto social y político más adverso. Una elección por primera vez con voto voluntario en la que la mitad de los chilenos no fue a votar y enfrentando al pacto más amplio que ha generado la oposición en los últimos años. Todo esto lo digo no para eludir responsabilidades, sino para explicar las cosas que ocurrieron.
—Algunos parlamentarios han hablado de una crisis.
—No percibo que esta sea una crisis. Estamos golpeados, pero no estamos en el suelo. La UDI sigue siendo la primera fuerza política del país, desde concejales hasta cores. Este es un resultado adverso. No es el peor. Lo que trato de señalar es que ocurre en un escenario político adverso, que ha tenido efectos sobre los partidos políticos.
—Pero hay otros partidos en la oposición que han aumentado sus votos y su representación.
—En nuestro caso, si bien tuvimos una reducción en el número de parlamentarios, seguimos teniendo votación de alrededor del 20%. Asumimos nuestra responsabilidad y estamos liderando un proceso de autocrítica y cambio en el partido con miras al próximo consejo. La UDI debe repensar su relación con el mundo popular, que no es el mismo que existía en los años 80.
—La UDI no logró mantener las circunscripciones de Santiago Oriente y Santiago Poniente, que habían pertenecido a Jovino Novoa y Pablo Longueira...
—Perdimos las metropolitanas, pero ganamos dos en el sur. Las decisiones más complejas que tomamos fueron correctas. Se criticó que Iván Moreira y Ena von Baer postularan por Los Lagos y Los Ríos y hoy son senadores.
—Pero a qué atribuye las derrotas en Santiago. ¿Fue un error nominar a Laurence Golborne y a Pablo Zalaquett?
—Creo que los dos competidores fueron grandes candidatos. Lo que sucede es que las contiendas fueron muy competitivas y se resolvieron con estrechas diferencias. No estoy contento con los resultados. Y no pretendo disimularlo. Pero es un error poner todo el peso de la prueba en la conducción de la UDI.
—Usted iba a postular como candidato a senador por Santiago Poniente, luego dijo que postularía a diputado por Santiago y, finalmente, volvió a postular por el distrito de Pudahuel en una séptima reelección. ¿Eso demoró la campaña de Zalaquett?
—Tuvo menos tiempo Laurence Golborne que Pablo Zalaquett para hacer campaña. Pablo supo con bastante anticipación su candidatura. Y tenía un paso ganado por haber sido alcalde de Santiago. Creo que Zalaquett hizo una campaña de primer nivel, pero enfrentó a un rival difícil.
—Usted mismo vio una baja en su votación. De 35 mil a 23 mil votos.
—La mía fue una baja no muy distinta de la que se dio en otras comunas y distritos. Además, tuve una candidata de RN que aumentó su votación respecto de elecciones anteriores.
—¿Siente que debió preocuparse más de cerca de las campañas?
—No es posible ser candidato de la propia elección de uno y monitorear nueve campañas senatoriales. Los candidatos tienen sus responsabilidades y sus propios equipos. Más que monitorear campañas, mi rol como presidente de la UDI fue asegurarles a los candidatos un piso económico no despreciable para que pudieran enfrentar sus campañas.
—Ante lo que ocurrió, ¿cuál es su mea culpa como presidente de partido?
—No es bueno personalizar estas situaciones, porque esta es una institución y las decisiones adoptadas no fueron personales, fueron participativas. Creo que, desde el punto de vista del resultado electoral, nos faltó buscar duplas más competitivas.
—También hay candidatos de la UDI que reclaman que hubo demasiados cambios de última hora, lo que les impidió hacer campaña como corresponde.
—Creo que la planilla estuvo a tiempo. Y muchos candidatos iban a la reelección, así que sabían con anticipación que estarían en campaña. Les advertimos de los desafíos que implicaba el voto voluntario. Quizás hubo candidatos que no debieron serlo.
“Tengo sana envidia
de la Nueva Mayoría”
—¿Como cuáles?
—No quisiera personalizar, pero hubo candidatos que no obtuvieron los resultados esperados. Tal vez el criterio de que “el que tiene mantiene” hay que revisarlo. Y esto no es solo tema de la UDI, sino también de RN. Nos falta una cultura de coalición. En eso le tengo una sana envidia a la Nueva Mayoría.
—¿Por qué?
—Muchas veces cuestionamos éticamente a las personas de nuestro propio sector. Y lo que hay que hacer es buscar un consenso mínimo que permita un grado de diversidad mayor. Nos falta mucho avanzar en eso. En eso la Nueva Mayoría ha tenido la capacidad de lograr consensos mínimos, tanto así que hoy la coalición va desde el PC hasta la Democracia Cristiana. Nos faltó capacidad para elegir buenos candidatos.
—Cuando hay malos resultados siempre se habla de poner los cargos a disposición. ¿Estaría dispuesto a renunciar?
—No veo motivo para hacerlo. Los cargos siempre están a disposición desde el momento en que uno asume. El mandato nuestro termina en abril y no quiero ni pretendo repostularme. Creo que es suficiente un período tan intenso y tan accidentado como el que me tocó vivir. Elecciones municipales con voto voluntario, que nos provocó una baja. Luego el debut de las primarias, que Longueira ganó. Más tarde que Pablo se nos enfermara, con lo que tuvimos que elegir en 15 días una nueva candidata. Mi intención antes de dejar el cargo es encauzar este proceso de análisis.
“Ha habido falta
de confianza en las propias convicciones”
—Evelyn Matthei alcanzó solamente un 25%, uno de los resultados más bajos de la centroderecha en materia presidencial. ¿Cuál es la responsabilidad del propio sector en este resultado?
—Hemos enfrentado un escenario complejo y esto no puede tener contento al Gobierno ni a los partidos de la Alianza. Hay que preguntarse qué ha pasado, desde 2009 hasta 2013, que hemos tenido esta baja, y por qué el Gobierno no logra generar un apoyo ciudadano, pese a que ha tenido un actuar positivo en distintas áreas.
—¿Cree que el actuar del Gobierno ha incidido en los resultados de la Alianza?
—Creo que ha habido falta de confianza en las propias convicciones; y, en un principio del Gobierno, una poca valoración del rol político. Hay una serie de actuaciones del Gobierno que han contribuido a desperfilar el ideario de la centroderecha. Desde la primera decisión de Barrancones hasta la forma en que se enfrentaron los 40 años del golpe militar, se fue instalando una cierta desconfianza de nuestro sector. Aquella frase de los “cómplices pasivos” tuvo un efecto negativo porque deslegitimó el proyecto de la derecha y reabrió heridas.
—¿Es remontable la diferencia que tienen Matthei y Bachelet?
—Va a repuntar de todas maneras. Creo que después del resultado de la parlamentaria, cobra una mayor importancia ir a votar por Matthei en segunda vuelta. Nuestro sector tiene que demostrar en las urnas que es una fuerza relevante para formar gobierno o para conformar una oposición potente que llame a la búsqueda de acuerdos y a la moderación.