Esta es una de esas historias tan endiabladamente complicadas, que solo se justifican cuando el estilo estructura la película y desplaza al argumento. Hay quien ha especulado que la intempestiva muerte del cineasta Tony Scott en medio del rodaje de El abogado del crimen, pudo haber distraído la concentración de su hermano mayor, el director Ridley Scott, o quizás ensombreció la visión del material en que trabajaba.
Lo que se puede contar es lo siguiente. Un exitoso abogado de California (Michael Fassbender) ama a su novia Laura (Penélope Cruz), una mujer ardiente, pero de gustos caros, y quiere casarse con ella justo cuando la economía está en crisis. Con la perspectiva de obtener unos 20 millones de dólares de un solo golpe, el abogado acepta participar en un negocio de tráfico de drogas junto con su clien¬te Reiner (Javier Bardem) y el especialista Westray (Brad Pitt).
Reiner es otro bon vivant, aunque un tanto más estridente y ordinario. Su novia es Jezebel Malkina (Cameron Diaz), una depredadora sexual y animal cuyos instintos se simbolizan en sus mascotas: dos leopardos alhajados que cazan presas menores en los desiertos del suroeste. Malkina, a diferencia de Laura, carece de lealtad y puede ser una sicaria implacable si así se lo piden quienes la contratan.
El negocio, que por supuesto se origina en un cartel mexicano, comienza a fallar cuando un grupo de bandidos intercepta el camión que transporta 625 kilos de droga hasta Chicago. Los mafiosos culpan y condenan a Reiner, a Westray y, desde luego, al abogado. Lanzado en caída libre en los andurriales de la frontera, el abogado trata de salvar su pellejo y el de su novia.
Hay dos cosas memorables en esta película. La primera es una de las armas más siniestras imaginadas por el cine en los últimos años: un collar de acero que se cierra en pocos segundos buscando la carótida de la víctima. La segunda es el último tercio del relato, en cuyo centro está la conversación telefónica entre el abogado y el jefe del cartel, un diálogo sobre la responsabilidad, el castigo y la muerte que recuerda que en el guión está Cormac McCarthy, con su capacidad para dar contornos metafísicos a la reflexión sobre el crimen, tal como lo hizo en Sin lugar para los débiles.
Hace muchos años que Ridley Scott dejó de ser un cineasta interesante y hace varios que sus películas solo se sustentan en algunos momentos inspirados. En El abogado del crimen esos momentos comienzan cuando todo falla (incluso la película) y los personajes se hunden en ese espacio insondable y oscuro que se ubica entre la conciencia y la muerte.
En realidad, para esto no se necesita intriga. Pero se necesita cine, mucho más cine del que hay en estos 117 minutos.
The counselor. Dirección: Ridley Scott. Con: Michael Fassbender, Penélope Cruz, Javier Bardem, Cameron Diaz, Brad Pitt. 117 minutos.