La novela murió , de Rubem Fonseca, nos presenta un registro completamente desconocido del gran autor brasileño: en lugar de los violentos y amorales relatos breves o las absorbentes novelas, aquí revela su faceta de ensayista, lúcido, original y desprejuiciado observador del mundo moderno, dotado de una rara y enciclopédica cultura. El volumen contiene alrededor de 30 piezas, algunas sucintas, otras desarrolladas y si bien no se indica la fuente ni fecha de publicación, es fácil adivinar que la mayoría de ellas proviene de diarios locales, lo cual, sin detrimento de la calidad, les otorga más bien el carácter de artículos periodísticos que el de sesudos análisis de alguien que se toma demasiado en serio. Son pocos los narradores que colaboran con la prensa y que resisten bien el traspaso de sus columnas al formato de un libro; Fonseca, de modo categórico, pertenece a esta clase de literatos.
"¿Murió la novela?" da inicio al ejemplar mediante el repaso de los vaticinios que, desde 1880, anunciaban el fin de este género; poco después, a causa del cine, no había salvación para la literatura (una encuesta de la época mostró que, de cada 100 personas, 80 veían películas y apenas dos leían libros). Con la llegada de la televisión, se profetizó un nuevo fallecimiento. Y "finalmente vino el tiro de gracia: el computador e internet. Era el puñado de tierra sobre el féretro". Sin embargo, a lo largo de todo este tiempo han florecido poetas y prosistas extraordinarios, a veces geniales; Fonseca enumera a más de 60 que han coincidido con esos inventos y piensa que ahora siguen existiendo "esos locos que escriben poemas y novelas" sin preocuparse en lo más mínimo por la tecnología. Así, llega a la alegre conclusión de que tal vez se van a extinguir los lectores, pero no los escritores.
En ninguna obra de Fonseca está ausente el erotismo, por lo que es ineludible que varios comentarios de La novela... aborden el tema con la desinhibición y naturalidad tan propias de él. "¿La pornografía comenzó con la Venus de Willendorf?" se refiere a la "más antigua representación conocida de un ser humano... una mujer desnuda de la era paleolítica, esculpida en piedra calcárea". A partir de esa figura, es común escuchar lamentos porque ya no existe el tabú milenario con respecto a la exhibición del cuerpo humano y lo que hombres y mujeres hacen con él; según el informe Kinsey, de 1940, "el único acto sexual anormal es aquel que no puedes realizar". Fonseca ha reflexionado en muchas oportunidades acerca del onanismo, y "Masturbación" resulta uno de los textos genuinamente festivos del tomo; con todo, se preocupa de dejar en claro que "aún creo que el sexo entre dos es una comunión física y espiritual inigualable". Más sorprendente es enterarse de que el cromosoma masculino se está extinguiendo, y en "¿El macho tiene los días contados?" afirma la verdad incuestionable de que las mujeres serán cada vez más independientes, libres de la tutela de los hombres. Como premio de consuelo, los varones no deben caer en la desesperación, pues cuando las amazonas asuman el poder, "ellos, como los zánganos del mundo entomológico, tampoco serán del todo descartados".
Puesto que Fonseca utiliza a menudo el género policial, se tiende a pensar que es algo liviano, confundiéndose la capacidad de entretener sin ser trivial, con la genuina destreza narrativa. Esta posición, además, pasa por alto su vasta erudición y el tono libresco de su corpus. La novela... se pasea con desenvoltura por la poesía de García Lorca, Rosalía de Castro, Dylan Thomas, Mallarmé, T. S. Eliot, Pessoa y muchos otros; por el cine, por la fraseología que viene junto a los medicamentos, por los asesinos en serie y por una gama infinita de tópicos, lo cual revela una mente que, lejos de haber envejecido, parece más despierta que nunca. Inevitablemente, Fonseca se siente a sus anchas cuando habla de fútbol, del carnaval o del Club de los Estúpidos; por el contrario, la descripción de viajes -Israel, Berlín- le sale un tanto atropellada debido al exceso de información.
"José: Una historia en cinco capítulos" cierra, en forma brillante, este compendio y quizá sea el único escrito autobiográfico que Fonseca haya recreado; para sus admiradores, será un gozoso descubrimiento que viene de alguien que jamás ha dado una entrevista y de cuya vida poco se sabe. El protagonista, un niño que ha nacido en Minas Gerais, descubre a pie la maravillosa Río de Janeiro, y aunque sea únicamente por estas reminiscencias, vale la pena leer La novela murió.