Entre 1879 y 1888 aventureros europeos tomaron cautivas a 25 personas en la zona del Estrecho de Magallanes: tres tehuelches, once kawésqar y once selk’nam. Estos “emprendedores” habían tenido la ocurrencia de llevar pueblos originarios para exhibirlos en los zoológicos humanos de Hamburgo, París, Berlín y otras ciudades de Europa.
Los tehuelches cayeron en manos del empresario pesquero Carl Hagenbeck, que los exhibió en Hamburgo, Bremen y Berlín y luego los devolvió, deprimidos, a sus tierras patagónicas. Con menos suerte, los kawésqar fueron a dar al Jardín de Aclimatación de París, donde fueron vistos, según se cree, por medio millón de visitantes. El grupo contrajo diversas enfermedades, hasta que un consejo médico detuvo las exhibiciones. Los restos de cinco de ellos fueron enviados al Instituto de Antropología de la Universidad de Zurich. Los selk’nam tuvieron destinos igualmente trágicos: desarraigo, encierro, enfermedades, muertes. De ellos sobrevivió un niño, Calafate, que regresó a la Patagonia y quedó al cuidado de los salesianos, hasta su muerte a los 25 años.
En verdad, los zoológicos humanos del siglo XIX debían mucho a Darwin, cuyas tesis sembraron la idea de que diferentes culturas representaban distintos estados de la evolución, es decir, que un indígena sería una pieza retrasada de la cadena evolutiva. Los patagones y los fueguinos le deben cosas peores, como la versión de que eran “gigantes” y la pertinacia para sostener que eran “antropófagos”.
Los zoológicos humanos fueron poblados con habitantes de muchas latitudes, especialmente de África y Asia. Lo extraordinario del caso de los patagónicos es, en realidad, este mismo documental, que condujo a sus autores, el cineasta Hans Mülchi y el investigador Christian Báez, a ubicar los restos de cinco kawésqar en la Universidad de Zurich y participar en la demorosa repatriación de enero de 2010.
El héroe es el profesor Christoph Zollikofer, que desde la Universidad ayuda a ir derribando, una tras otra, las dificultades para devolver los restos a Chile (incluyendo el correo electrónico de un funcionario de la Conadi que comenta: “Exasperante el perico…”). El villano es el Estado de Chile, cuyos funcionarios autorizaron el envío de los capturados y nunca más se interesaron por sus destinos. En el medio, Celina Llan Llan, descendiente de fueguinos, que al principio no sabe nada y al final no se despega de los huesos.
Calafate, zoológicos humanos es apasionada, comprometida, doliente. La palabra distancia no está en su repertorio y es posible que no la necesite, porque lo que tiene es una historia tremenda, las rendijas de unos sucesos mínimos por las cuales se entrevén unos terrores que no están tan lejos como para que nos podamos esconder.
Calafate, zoológicos humanosDirección: Hans Mülchi.
Con: Christian Báez, Celina Llan Llan, Haydeé Águila.
105 minutos.