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Cartas
Lunes 26 de agosto de 2013
"Sombrío precedente"
Señor Director:
Ojalá el caso Servel quede solo como un "sombrío precedente". Lo digo porque ese bullying ya comenzó a socavar la más indisputada lección de nuestro 11-S: la necesidad de un diálogo civil-militar que articule el funcionamiento de una fuerza defensiva nacional y una democracia exenta de tutela castrense.
Los analistas y cientistas sociales -de izquierdas y derechas, civiles y militares- habíamos llegado a ese consenso. Una democracia de verdad no podía autosostenerse si consideraba que sus ciudadanos armados eran simples "fuerzas decorativas de la nación". O si -como contrapartida- esos soldados confinados a sus cuarteles seguían autoconsiderándose como "los grandes mudos", hasta que un "vacío de poder" civil los proyectara a una dictadura salvacionista.
Académicos civiles y militares avanzamos mucho en el desarrollo de ese consenso. En eventos universitarios y publicaciones diversas logramos niveles superiores de diálogo y, por tanto, de comprensión de "el otro". Fue como si Goethe (porque alguna cita hay que hacer) nos soplara al oído que "las cosas siempre son más simples de lo que se puede pensar, pero mucho más intrincadas de lo que se puede comprender".
Desde el lado militar, tuvimos apoyo máximo en Juan Emilio Cheyre, comandante en jefe del Ejército y doctor en Sociología y Ciencia Política. Con el poder de su rango militar y académico, produjo un "efecto demostración" que dejó plasmado en la Ordenanza General del Ejército. Esta especie de Constitución castrense hoy postula la prescindencia política, pero no en el aislamiento, sino desde "un civismo sólido y profundo", que valora la democracia y los derechos humanos. Todo ello bajo el nuevo concepto del "profesionalismo militar participativo".
Es de comprender, entonces, el regocijo con que los enemigos castrenses de Cheyre, básicamente adláteres del general Pinochet, están rentabilizando el bullying. Estiman que el caso les da la razón a gritos, pues demuestra lo inútil de pedir perdón o reconocer errores. Lo absurdo del "nunca más". Para afirmar su convicción, estigmatizan al jefe que se salió de las filas, con impacto macro en la sociedad. Pretenden olvidar que fue el líder que potenció la reinserción del Ejército en la estima popular. Ocultan que el diálogo civil-militar ha sido obra y triunfo de Chile, en contra de quienes avergonzaron a su Ejército. Y todo ello, con la absurda aquiescencia de dirigentes políticos más bien insignificantes, que hicieron sus carreras en democracia y oponiéndose a Pinochet.
José Rodríguez Elizondo