Mientras otros políticos esquivan las preguntas incómodas, ella las busca. Responde de manera directa y goza metiéndose en las patas de los caballos. Palabras como "paso", "vocera" y "comisión" parecen no estar en su vocabulario. Cuando uno la escucha no puede evitar preguntarse: ¿Cómo habría reaccionado ella en la Onemi el 27 de febrero?
La campaña que se viene encima enfrentará a dos temperamentos absolutamente disímiles, como también dos modos contrarios de concebir el ejercicio del poder. Caricaturizando un poco, podríamos decir que uno, el de Michelle Bachelet, sigue la lógica de una monarquía constitucional, con una reina que está por sobre las disputas pequeñas y se presenta con rasgos maternales como un símbolo de unidad. Que esa lógica sea ajena a nuestra tradición republicana no es necesariamente criticable. No en vano algunos vienen proponiendo un cambio de nuestro régimen político, que incluye una disminución de los poderes del Presidente.
Evelyn Matthei, en cambio, encarna la más pura tradición presidencialista. Si llega a La Moneda, nadie tendrá dudas acerca de quién manda: será, a la vez, Jefe de Estado y de Gobierno, y no delegará en sus ministros la conducción del país.
No resulta fácil clasificar a Matthei. Sus opiniones morales la sitúan muy cerca de cierto liberalismo representado por los electores de Velasco y también por los sectores liberales de la derecha. Pero, al mismo tiempo, su concepción de la economía y su sentido de la autoridad la ponen del lado conservador.
Algunos han dicho que es la Margaret Thatcher chilena. Falso. Matthei no tiene nada que ver con el capitalismo ortodoxo. Para ella lo primero es la equidad. Los ejemplos abundan, comenzando con el proyecto de ley sobre las trabajadoras de casa particular. Si hubiera que buscar una comparación extranjera, Matthei se aproxima, más bien, a la figura de Angela Merkel, al menos por tres razones.
Primero, porque reconoce el papel fundamental de los sindicatos y piensa que, si bien el libre mercado es el motor del desarrollo económico, debe ir acompañado de una fuerte red de protección, que asegure que los más débiles no queden desamparados.
En segundo lugar, aunque su imagen pública diga otra cosa, muchos de los que trabajan con ella y sus electores en los más lejanos pueblitos de la IV Región, donde fue senadora, sostienen que se trata de una persona cercana y muy preocupada por las necesidades de cada uno, cosa que nadie afirma de Margaret Thatcher.
Por último, Matthei presenta una flexibilidad política que nunca fue un distintivo de la "Dama de hierro" y que sí caracteriza a la Sra. Merkel. El ejemplo más claro ha sido su cambio de política frente al aborto. Todos sabemos que Evelyn Matthei no solo está a favor del aborto, sino que presentó un proyecto de ley destinado a legalizarlo. Ahora, en cambio, ha anunciado que no lo promoverá durante una eventual presidencia. ¿Se está contradiciendo?
Me parece que no resulta contradictorio que ahora como candidata no promueva el aborto, a pesar de considerarlo aceptable. Ningún gobernante está obligado a poner por obra todas y cada una de las iniciativas que considera deseables. Ella sabe que de persistir en su intento dividiría a la Alianza, con graves consecuencias para el país.
En su larga trayectoria política, Evelyn Matthei ha mostrado ser capaz de superar tantas adversidades que parece tener siete vidas. Pero no es este su único atributo felino, porque, como los gatos, ella siempre cae de pie.
Cuando el capricho de la fortuna política golpea a todos los que están cerca, ella permanece incólume. Lo que en otros son debilidades, en ella aparecen como fortalezas: no es mal hablada, dice la gente, sino espontánea; no le falta protocolo, sino que le sobra autenticidad. Sus enemigos de ayer son hoy promotores suyos y han llegado a ser amigos muy leales. Esas propiedades felinas, que a algunos les parecen detestables, son un elemento típico de esa maravillosa actividad humana que se llama política.
La gran incógnita es qué pasará de ahora en adelante, cuando deba enfrentar a la poderosa coalición de centroizquierda y a una candidata que aparece como invencible. La gran pregunta es si el 17 de noviembre, como tantas veces en su vida, Evelyn Matthei volverá a caer de pie.