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Cartas
Lunes 08 de julio de 2013
Movimientos sociales: Derechos y deberes
Una causa subyacente de las manifestaciones públicas de descontento que están teniendo lugar en Chile es la existencia de expectativas históricas insatisfechas en relación con temas económicos y sociales sensibles, como educación, salud, transporte, vivienda, trabajo, medio ambiente y otros. Otra causa, que se potencia con la anterior, es la desequilibrada distribución del ingreso y la desigualdad de oportunidades, también históricas, que hacen que la satisfacción de algunas de las necesidades anteriores sea muy baja para las personas menos privilegiadas, e incluso completa para quienes pueden pagar lo necesario.
Pero si las expectativas insatisfechas, la desequilibrada distribución del ingreso y la desigualdad de oportunidades existen hace muchísimos años en nuestro país, por no decir desde sus orígenes, ¿por qué entonces el descontento se está manifestando con tanta fuerza justo ahora? De hecho, esto se está dando en varios países del mundo, con sus diversas particularidades, pero con muchos factores comunes y relacionados.
Una razón es que, como señala la experiencia, cuando los países se van acercando más al desarrollo, etapa en que se da por supuesta la satisfacción de las necesidades humanas más básicas, los ciudadanos van aumentando sus niveles de exigencia y urgencia.
Por otra parte, el sistema electoral parece no estar dando a muchos ciudadanos las garantías para que la solución de estos problemas se canalice a través de las vías institucionales formales.
Si a todo lo anterior agregamos los efectos de la globalización y de la masificación de las tecnologías de la información, estamos ante un escenario en que la coordinación y la creación de movimientos ciudadanos se hace más simple y efectiva.
Finalmente, la utilización política de estos descontentos ciudadanos es una realidad que no debe ser pasada por alto.
Estas manifestaciones sociales destinadas a llamar la atención de las autoridades y de la comunidad son, en general, positivas y necesarias. Sin embargo, para que sumen y no resten, estimo que deben cumplir con al menos tres requisitos.
Primero, que estén orientadas a alcanzar acuerdos y soluciones para los problemas, y no solo a protestar por idealismo, lo que nada aporta. Para esto resultan indispensables los liderazgos definidos y respetados por sus bases, lo que ha faltado muchas veces.
Segundo, las demandas deben ser realistas, dadas las restricciones de recursos de todo tipo que pesan sobre un país como el nuestro. Todos deben entender que así como un grupo tiene aspiraciones, otro tendrá las suyas en el sentido contrario, o no existirán recursos para satisfacer ambas. La mayoría del segundo grupo no está en las calles protestando. Es muy negativa la señal cuando los que obtienen beneficios son solo los que reclaman. Parte de la culpa la tenemos quienes nos manifestamos menos.
Y tercero, estas manifestaciones deben ser pacíficas. Es necesario castigar los actos de violencia y los organizadores deben hacerse responsables de estos. En relación con esto, hay que tener cuidado con las señales que se dan cuando se castiga precipitadamente a carabineros en el ejercicio de sus funciones.
Enfrentamos el viejo e ingrato problema fundamental de la ciencia económica: tenemos necesidades múltiples, pero recursos limitados. Los gobiernos deben estar permanentemente revisando la correcta asignación de recursos hacia las áreas más rentables socialmente. Pero no debe olvidarse que también existe un importante problema de gestión en estas áreas, cuya solución requiere una fuerte dosis de eficiencia y coraje político.
Tanto en materia de recursos como de gestión, siempre los esfuerzos del Estado se quedarán cortos. Por eso es necesario que el sector privado concurra también a la provisión de estos bienes y servicios que está demandando en mayor cantidad y calidad la gente, sea que lo haga con o sin fines de lucro.
Todos estamos desorientados respecto de lo que nos está pasando como sociedad, pero más temprano que tarde nos empezaremos a acostumbrar a ello. Y cuando estemos haciéndolo, el escenario cambiará nuevamente. Tenemos que verlo como una oportunidad.
Carlos Urenda Aldunate