Nadie habría imaginado, hace 80 años, que una pequeña deriva de las leyendas del vudú haitiano se convertiría en una de las ideas principales de la imaginería del Apocalipsis en el siglo XXI. En sus orígenes (White zombie, 1932), los muertos vivientes eran seres manipulados para realizar trabajo esclavo, lo que los convirtió, como ha escrito Diego Curubeto, en la especie "más proletaria" del género fantástico. Recién en 1979 el director George A. Romero los transformó en una pesadilla socio-teologal ("el infierno se ha llenado"), en la memorable El amanecer de los muertos vivientes, pieza avanzada de la postmodernidad con finales inciertos.
De esta rama se desprende Guerra Mundial Z, que sigue la línea de la pandemia, lleva su origen hasta el complejo científico-militar (algo que el mismo Romero ya había anticipado en una cinta muy barata de 1973, Código: Trixie) y lo convierte en una conflagración planetaria.
El ex funcionario de la ONU Gerry Lane (Brad Pitt) es convocado por su ex compañero Thierry Umutoni (Fana Mokoena) ante una catástrofe que azota la costa este de Estados Unidos: los muertos están atacando a los vivos en todas las grandes poblaciones, no solo en el país, sino en todo el mundo. Refugiado en un buque de la ONU con su esposa (Mireille Enos) y sus dos hijas, más un niño latino rescatado del desastre, Gerry recibe la misión casi imposible: ubicar en el mundo a los científicos que saben sobre esta peste, desatada en Corea del Norte o quizás en India, o África.
En la desesperada búsqueda de una respuesta médica, Gerry se ve alejado de la complejidad y se acerca cada vez más a las grietas del misterio; es decir, a su máxima simplicidad. Esta es una solución ya ensayada por la ciencia ficción, en particular por La guerra de los mundos. Una molécula contra otra, un virus contra otro.
Así es que la base de Guerra Mundial Z no radica en su historia, ni en su resolución, ni en sus conflictos, ni menos en su pobre puesta en pantalla, sino en una espectacularidad que se esfuerza por ser más o menos neutral, como un commodity del cine de masas. En cierto modo, es una película que nos propone ser el héroe, con cara y familia, pero también, si lo anterior no es posible, ser un zombie más, un devorador, un tragaz, un consumidor del Apocalipsis, desprendido de las ideas conservadoras de la vida, la familia y los hijos. Nadie dirige esta guerra mundial: ni capitalistas, ni comunistas, ni alternativos. Es la guerra por la guerra. En su origen puede estar una manipulación militar, un error científico o un simple accidente; nada de esto importa, porque solo interesa el espectáculo del desastre.
Esto incluye a millares de zombies digitales. Pero salvo el número, no hay nada en esta película que no se haya visto antes en decenas de cintas sobre zombies.
World War Z. Dirección: Marc Forster. Con: Brad Pitt, Mireille Enos, Daniella Kertesz, Fana Mokoena, James Badge Dale. 116 minutos.