Michelle Bachelet y Pablo Longueira fueron los ganadores de las primarias realizadas el día de ayer y serán los principales contendores de las elecciones presidenciales de fin de año.
Bachelet obtuvo una importante victoria en la Nueva Mayoría al recibir cerca del 75% de los votos. Este resultado no es una sorpresa y ratifica la masiva adhesión que ella concita entre los chilenos; pero sí lo es que el segundo lugar lo haya obtenido Andrés Velasco, que sin apoyo partidario venció a Orrego y a Gómez, relegando a la Democracia Cristiana al tercer lugar, haciéndonos recordar las palabras de Jaime Quintana, quien advirtió que, en ese escenario, la DC no tendría ni voz ni voto en el programa de gobierno.
En la vereda del frente, la disputa fue mucho más cerrada y la victoria de Longueira da cuenta de la fortaleza de su partido, la UDI, que en muy poco tiempo montó una campaña que remontó la ventaja que tenía Andrés Allamand. Revela también las habilidades de Pablo Longueira como candidato y demuestra que en definitiva su propuesta convenció más a los electores de la centroderecha de sus posibilidades para disputar a Michelle Bachelet la Presidencia de la República y dar a su sector político una representación parlamentaria que impida que la Nueva Mayoría desmantele la institucionalidad política y económica que nos rige, objetivo que adquiere una gran importancia.
La fortaleza de la candidatura de Longueira dependerá de su persistencia en captar a electorados masivos, que si bien están expresando claramente que quieren cambios, siempre son al final de cuentas un grupo moderado. Y en esa tarea puede tener impensados aliados.
La importante votación de Andrés Velasco, quien presentó claramente una opción distinta a otros candidatos de su pacto, rechazando por irresponsables una serie de propuestas de cambios radicales a nuestra institucionalidad, abre una incógnita: ¿a quién favorecerán esos votos en la elección del 17 de noviembre? El electorado que apoyó a Claudio Orrego es también moderado y puede estar abierto a una propuesta desde la centroderecha si la candidatura de Bachelet extrema sus planteamientos.
Se ha hecho mucho caudal de la importante diferencia en la cantidad de votos que obtuvo el pacto Nueva Mayoría, aunque no olvidemos que el número de militantes inscritos en esos partidos llegaba a más de 490.000 personas, mientras que los de la Alianza apenas eran 175.000. Era esperable que los votos fueran más en ese sector, aunque la votación final del pacto Nueva Mayoría superó a la de la Alianza por un margen todavía superior a esta diferencia.
¿Cuánta de esta diferencia se mantendrá en la elección del 17 de noviembre? No lo sabemos, pero afirmar categóricamente que no habrá segunda vuelta en las elecciones presidenciales es en mi opinión prematuro. Lo que sí es destacable es que la votación de las primarias superó con creces lo que esperaban los más optimistas; tres millones de votos es una altísima votación, superando un 20% del padrón electoral. Con esto, las primarias se convierten en un estándar de la política chilena, revalidando además el voto voluntario.
El desafío para la centroderecha será jugar con estas reglas del juego.
Las posibilidades de Pablo Longueira dependen de su trabajo, pero también de la actitud que Michelle Bachelet tome en su campaña. Si persiste en su giro hacia la izquierda e intenta cautivar a como dé lugar a los movimientos sociales, rompiendo con lo que ha sido el devenir de Chile en los últimos veinticinco años, surge la posibilidad de enfrentarla con una estrategia que apele al votante moderado.
Michelle Bachelet, que hoy puede aparecer como invencible dada la alta votación que obtuvo, puede verse tentada a imponer un programa radical que en definitiva termine por volcar al electorado hacia una alternativa menos rupturista. Ese es un escenario en el que Pablo Longueira se siente cómodo y si bien la distancia a remontar parece muy grande, son ese tipo de desafíos los que motivan más que nada al líder de la UDI.
Luis Larraín