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Editorial
Jueves 27 de junio de 2013
Automarginación juvenil
Por eficaces que sean las comunicaciones, lo probable es que no puedan impulsar en los jóvenes un cambio de mentalidad como el que hoy se requiere para que vayan a votar, y que solo puede nacer de la educación...
A menos de una semana de las elecciones primarias del próximo domingo, el Instituto Nacional de la Juventud (Injuv) presentó los resultados de un preocupante estudio realizado durante este mes en todo el país, para medir el grado de conocimiento y participación en los próximos comicios por parte de jóvenes de entre 18 y 29 años. El ministro de Desarrollo Social, Bruno Baranda, y la directora del Injuv, María José Domínguez, que dieron a conocer las cifras, destacaron que, pese a haber un gran conocimiento de las primarias (92%) y de la propaganda asociada a ellas (74%), existe una muy "baja motivación" para votar en las mismas. Si bien cerca del 60% de los encuestados las considera una herramienta importante y buena para la democracia, solo 27% señala que participará en ellas, lo que contrasta fuertemente con el 44% de jóvenes que han decidido no hacerlo.
Al ser consultados por su participación en las elecciones municipales de 2012, el 71% de ellos confesó que no fue a votar. De hecho, es probable que esa baja participación esté vinculada a las mismas razones que dieron esta vez para no votar en las primarias: no tienen interés en la política (47%) y no hay ningún candidato que realmente los represente y al cual prefieran (18%).
Tanto la automarginación juvenil que se observó en las elecciones municipales -las primeras que no exigían estar inscrito para ir a votar- como la que posiblemente se daría esta vez, a la luz de las encuestas, no serían más que un síntoma de la desconfianza con que hoy los jóvenes miran la política chilena. En tal sentido, no es de extrañar la baja que hace tiempo vienen mostrando las cifras de las encuestas que miden la confianza en las instituciones y entre los mismos ciudadanos, y que a este respecto ponen a Chile en el lugar más bajo entre los países de la OCDE. Esta suerte de "desconfianza juvenil organizada" está en la base de la proliferación y fortalecimiento de los movimientos sociales de los últimos años, que para muchos jóvenes han pasado a ser mecanismos legítimos de expresión social. Para ellos, la participación o adhesión a una marcha parece más valorada que el voto, que se presume el activo más importante de toda sociedad democrática y desarrollada.
Ante este escenario, el ministro Baranda enfatizó que el Gobierno "está desarrollando una segunda etapa en la campaña de difusión", cuyo objetivo sería "informar y enseñar a ejercer el derecho a voto para la próxima elección primaria". Además, llamó directamente a los candidatos a que motiven a participar a los jóvenes, con el fin de "superar el déficit en satisfacción de los encuestados sobre las propuestas de la campaña que han desarrollado".
Con todo, si bien la difusión de las elecciones y la capacidad de los candidatos de acercar su mensaje a ese grupo etario son herramientas necesarias, los hechos están demostrando que el desafío es más profundo. Por eficaces que sean las comunicaciones, lo probable es que no puedan impulsar en los jóvenes un cambio de mentalidad como el que hoy se requiere para que vayan a votar, y que solo puede nacer de la educación. Pues ¿qué sentido tiene marcar un papel y depositarlo en una urna si no hay una valoración de las normas de convivencia social, o del sentirse parte de un colectivo, o del rumbo que pueda seguir el país?
En parte, este fenómeno se explica por el mayor nivel de desarrollo actualmente alcanzado, que hace que el destino nacional no se juegue en el resultado de una elección, pero eso es algo que nunca se puede asegurar, y que se facilita cuando una parte cada vez mayor de la población se mantiene al margen.