Señor Director:
Luego de conocer la propuesta educacional de la candidata presidencial Michelle Bachelet, no me cabe duda de que estamos frente a una -no sorpresiva- reforma que, pese a contar con elementos positivos en lo relacionado con la educación preescolar y la carrera de los profesores, representa una lamentable y arbitraria intervención del Estado en la industria educacional escolar y superior, junto con tener características definitivamente regresivas.
En efecto, en la educación escolar se pretende acabar tanto con el lucro como con el mecanismo de financiamiento compartido, lo que, de concretarse, significa en términos prácticos el fin de la educación particular subvencionada, por lo que terminarán existiendo, por una parte, colegios privados, orientados a la minoría de familias de altos ingresos y muchos de ellos con un buen nivel de calidad, y, por otro lado, liceos estatales, orientados al resto de la gran mayoría de las familias del país y la minoría de ellos con alto nivel de calidad.
En el caso de la educación superior, se busca alcanzar gratuidad universal en seis años, junto con el establecimiento de aranceles máximos por parte de una comisión de expertos. Esto implica, más allá de nobles intenciones por una educación gratuita y de calidad, una vuelta al sistema vigente décadas atrás en el país en términos de regresividad, al incluir en este esquema a familias de altos ingresos que, teniendo los recursos para solventar la educación de sus hijos, terminan recibiendo un subsidio injusto, y de fijaciones de precios por parte de un grupo de iluminados que reemplazaría al cruel mercado.
En definitiva, la propuesta de la candidata PC-PS-PPD significa básicamente un fuerte retroceso en el campo educacional escolar y superior, al maximizar la presencia estatal en sustitución del sector privado por privilegiar una mal entendida concepción del lucro y la gratuidad universal, lo cual no solo tendrá un alto costo fiscal, sino que además -por lejos lo más importante- irá en claro desmedro de la mayor debilidad del actual sistema, nada menos que la real calidad en la sala de clases.
Roberto Darrigrandi U.
Economista