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Editorial
Jueves 30 de mayo de 2013
Instituto Nacional podría marcar la diferencia
En su bicentenario, el Instituto Nacional podría y debería dejar de ser uno más de los planteles con tomas y erigirse en el foco de las nuevas ideas para la educación...
La toma del Instituto Nacional durante ya una semana -con un incidente este martes, cuando Carabineros desalojó a algunos ocupantes al parecer temporales, actuando de oficio ante delito flagrante (vandalismo contra vehículos), según informó la alcaldesa de Santiago, quien descartó haber ordenado tal acción- es una movilización más en ese establecimiento, que en 2011 y 2012 enfrentó largas paralizaciones. Mediante declaraciones públicas, los docentes y el centro de padres objetaron dicha toma, por estimarla una medida de presión y fuerza inapropiada y desmedida.
Ella busca una reorganización administrativa del Instituto que incluya la facultad de los estudiantes de decidir la continuidad de directivos y funcionarios -entre sus peticiones está la salida del rector-, una mejora en la infraestructura y una actualización del proyecto educativo. Cabe recordar que la dirección del establecimiento fue concursada públicamente hasta 2015 y debe decidirla quien tiene la responsabilidad legal de dicho liceo. En materia de infraestructura, este año se están invirtiendo más de 3.500 millones de pesos en ese recinto, incluyendo un auditorio para más de 800 personas.
La demanda más interesante se refiere a modernizar el proyecto educativo. La educación en el mundo y la realidad de nuestro país han cambiado significativamente en las últimas décadas, por lo que tal reflexión es legítima. Además, este año se enteran 200 años del Instituto Nacional, por lo que debatir sobre su función puede ser oportuno, pero ciertamente no admisible bajo presión de la fuerza.
Sería valioso que el debate propuesto por los estudiantes no se limite a las mismas motivaciones políticas de siempre. En los últimos años, demandas o eslóganes ya conocidos -como rescate de la educación pública, gratuidad, selectividad y otros similares- se traspasan y se reiteran de directiva en directiva. Algunas de dichas inquietudes son razonables; otras parecen equívocas o genéricas. Sería hora de que el análisis se abra a mirar hacia adelante en lo académico y también en lo extracurricular.
Poco o nada se están aprovechando el prestigio del Instituto Nacional y el talento de sus alumnos para sostener una discusión en el nivel de excelencia que históricamente ha sido su sello, y así marcar una diferencia. Una institución que concentra a algunos de los mejores alumnos del país debiera destacar no solo por sus altos puntajes a fin de año o su influencia política durante el período lectivo, sino por su aporte diferenciador a la enseñanza. Podría ser un centro de innovación para la educación chilena; establecer alianzas reales con universidades para que sus alumnos participen en proyectos de investigación científica; organizar conferencias de alto perfil en que se destaquen diferentes iniciativas de jóvenes chilenos; conformar una orquesta juvenil de primer nivel, similar a las famosas de Venezuela. Posibilidades hay muchas, y el Instituto Nacional tiene el potencial para aportar al país y a la juventud chilena una discusión nueva. Su centro de alumnos debiera diferenciarse de otras dirigencias estudiantiles precisamente por abrir espacio a temas e intereses hoy ausentes o relegados.
En su bicentenario, el Instituto Nacional podría y debería dejar de ser uno más de los planteles con tomas y erigirse en el foco de las nuevas ideas para la educación. En suma, hacer realidad la apelación a ser el "primer foco de luz de la Nación" que postula ambiciosamente su himno. Eso contribuiría a modernizar su proyecto educativo, en vez de meramente repetir las movilizaciones de rutina.