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Cartas
Miércoles 29 de mayo de 2013
Una nueva Constitución
Señor Director:
Carlos Goñi, asustado como tantos otros de que en nuestro país se empiece hablar de nueva Constitución (nada raro, porque su sector se asustó incluso cuando hace 10 años se empezó a hablar de ley de divorcio y de igualdad de los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio), no tiene para ello otra razón que ver allí una amenaza para la actual, de 1980, plebiscitada bajo las condiciones en que toda dictadura realiza sus plebiscitos (incluida la cubana) y que, a pesar de las reformas tenidas, continúa reflejando el pensamiento político y económico de Goñi y su sector.
Afirma, además, que dicha Constitución fue plebiscitada por segunda vez en 1989, en circunstancias de que ese año solo pudieron votarse las mínimas y hasta mezquinas reformas que la derecha consintió, aterrada como estaba después de haber perdido el plebiscito mediante el cual quiso prolongar el poder de Pinochet por ocho años más (Allamand y Longueira incluidos).
Lo que mi contradictor no responde es por qué la derecha no dio sus votos hasta 16 años más tarde para sacar de la Constitución instituciones tan abiertamente antidemocráticas como los senadores designados, suprimidos recién en 2005. Nada dice tampoco sobre por qué la Constitución de 1925 establecía para su reforma la mayoría absoluta de los senadores y diputados en ejercicio y la actual, casi 100 años después y con una sociedad políticamente mucho más madura que entonces, exige los dos tercios de ellos. Elude también Goñi el problema que a mí me parece de fondo: si hubiera un Dicom constitucional, Chile estaría allí, puesto que ninguna de las Constituciones que ha tenido a lo largo de su historia ha sido validada por procedimientos genuinamente democráticos.
Dice Goñi que las Constituciones fijan las reglas del juego. No es una definición muy sofisticada, pero concedido. ¿Y por qué no se puede preguntar hoy a los chilenos cuáles son las reglas del juego que quieren? ¿Es que somos un país serio, confiable y maduro solo a la hora de hacer negocios y no a la de adoptar nuestras decisiones políticas más relevantes?
Agustín Squella