La silla quedó vacía en el Congreso Nacional el 21 de mayo. Estaban todos los candidatos. Hasta un ecologista que no conocía nadie. Otro prefirió quedarse afuera en las protestas ciudadanas, pero estaba presente. La silla de Bachelet lucía sola.
Pero esa no ha sido la única silla que ha quedado vacía desde que Bachelet volvió a Chile. Pocos días antes había quedado vacía la silla en el lanzamiento de Res Publica, donde un grupo de académicos transversales ("los mismos tecnócratas de siempre", dijo MEO) presentaron 95 propuestas para un Chile mejor. Fueron los precandidatos, pero no fue Bachelet.
Han quedado vacías las sillas en las universidades, donde todos los candidatos han ido a conversar sus propuestas. Todos, menos Bachelet.
Han quedado vacías las sillas de los estudios de televisión, donde la candidata no ha querido ser interpelada por el periodismo (con la única excepción del programa Frente al Espejo, conducido por un periodista de farándula y "con afinidad socialista").
Han quedado vacías las sillas de la prensa escrita, con excepción de la "prensa amiga" o "revistas magazinescas". En fin. Desde que llegó, en marzo, han quedado muchas sillas vacías. Y a un mes de las primarias, donde el mundo concertacionista tiene que elegir su candidato, todavía no sabemos si Bachelet 2 piensa igual que Bachelet 1.
El "silencio" se ha extendido a sus colaboradores. El jefe programático de su candidatura, Alberto Arenas, estuvo en el CEP la semana pasada. Una persona con buena trayectoria profesional pero que hizo una presentación en la que no se tomaba postura alguna. Por ejemplo, uno de los temas importantes para el próximo año -anunció en el inicio de la exposición- es la energía. Mientras avanzaba el power point la pregunta obvia era qué se iría a proponer: ¿no a HidroAysén? ¿Sí a las centrales de pasada? Cualquier cosa. Pero algo. El misterio se resolvió cuando se llegó a la lámina correspondiente: la propuesta para solucionar los problemas de energía del país fue -como único punto- "respetar la institucionalidad". Para el resto de los temas, las soluciones fueron similares...
Pero el silencio no ha sido el único componente de Bachelet. También se ha agregado el secretismo. Todo parece manejarse con sigilo casi soviético desde el comando. La culminación de lo anterior ocurrió el jueves, con una maniobra para visitar Dichato en forma clandestina, tal como se visitaría una base militar en Afganistán.
Dos preguntas surgen innegablemente:
¿Será suficiente su enorme capital político para que le alcance hasta junio y noviembre? Respecto a las primarias del 30 de junio existe una incertidumbre total. No se sabe quiénes ni cuántos votarán. No conocemos encuestas. Lo único que sabemos es que Bachelet las ganará. ¿Por cuánto? No sabemos, aunque cualquier porcentaje inferior al 60% sería un mal resultado. Respecto a las elecciones de noviembre, cada vez más parece que la cosa será voto a voto.
La segunda pregunta es: ¿Es aceptable tener una "candidata oculta"?
Hoy a Bachelet se le busca inculpar penalmente por el 27-F. Quienes avivan esa cueca desde la Alianza están actuando tan injustamente como lo hizo la Concertación con Beyer. Si la ineptitud y las malas decisiones van a ser objeto de persecuciones penales, lo único que va a ocurrir es que suba aún más el costo de dedicarse a la política.
Bachelet no debe ser interpelada por el 27-F. Debe ser interpelada por su "silencio".
Es cierto que Abraham Lincoln decía que "hay momentos en la vida en que es mejor no despegar los labios", pero la estrategia seguida por Bachelet no sólo lesiona la democracia: la terminará lesionando a ella. A menos que enmiende el rumbo.