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Cartas
Jueves 09 de mayo de 2013
Un imperativo político categórico
Señor Director:
En este año de elecciones en nuestro país, creo importante considerar las siguientes palabras para nuestra reflexión no solo de creyentes, sino de ciudadanos. En línea con lo que en sus últimas intervenciones públicas señalaba Benedicto XVI a los obispos y cardenales, el Papa Francisco continúa su denuncia e invitación en este tiempo de renovación.
"Los hombres y mujeres de Iglesia que son arribistas, escaladores, que 'usan' el pueblo, la Iglesia, los hermanos y hermanas -a los que deberían servir- como trampolín para sus propios intereses y ambiciones personales, hacen un daño grande a la Iglesia". Esta manera se combate, continúa el Papa, solo aprendiendo con los humildes, los pobres, los enfermos y todos los que están en los suburbios existenciales de la vida. El servicio teórico no nos sirve, solo se aprende tocando la carne de Cristo pobre, en los humildes, los pobres, los enfermos, los niños.
Esta denuncia e invitación que el Papa hace a los cristianos es lo que debemos esperar de los candidatos a Presidente o a formar parte de las cámaras del Congreso de nuestro país. Mientras cada uno de ellos no asuma o no se dé cuenta de que su campaña no es un acto personal, sino que es un acto público, un servicio al país, seguiremos presenciando mezquindades, ataques, violencias y maltratos que entre ellos se están dando cada vez con mayor fuerza, destruyendo de este modo la verdadera política y haciendo un grave daño al país y ofendiendo a sus ciudadanos.
La discusión política centrada en recriminaciones mutuas pero carentes de contenido solo logra exacerbar el clima de violencia y descontento social, y no sirve al país ni a sus instituciones democráticas. El creciente desprestigio ante la opinión pública de quienes se dedican a la política no es debido a la política misma, sino a quienes se las dan de "políticos".
Parte de la desafección general con la política surge de la decepción que provocan las actitudes egoístas, mezquinas y consumistas de muchos de sus representantes, tradicionales o nuevos, que buscan satisfacer sus ambiciosos egoísmos a costa de los ciudadanos y sin hacerse cargo de los grandes temas que nuestro país necesita abordar. Creo que quien se mueva principalmente por sus propios intereses y ambiciones personales no es digno de servir al país, ni tampoco de ser elegido.
P. Marcelo Gidi, SJ