Raúl Neira Chile entró a comerse vivo a Brasil. Sí, al Scratch, en la inmensidad del remozado Mineirao. El mensaje de Jorge Sampaoli fue atacar a los pentacampeones, remecerlos y superarlos con y sin pelota.
El mensaje tenía un sustento en la planificación. La Roja pobló el medioterreno, con mucha movilidad.
Pero al frente estaban Ronaldinho y Neymar; por lo tanto, también había que tener un plan defensivo. Lorenzo Reyes encimó a "Dinho" y el resto se agrupó en muy pocos metros. Un "equipo corto" en su mejor versión.
Marcos González abrió el marcador con un cabezazo (8'), tras un pivoteo de Rubio, y nadie en Minais Gerais lo podía creer. Los jugadores locales miraban al banquillo de Luiz Felipe Scolari y Carlos Parreira y no encontraban respuestas. Eugenio Mena protagonizó al rato un descuelgue furioso y desperdició mano a mano con Diego Cavelieri el segundo tanto.
Los gigantes brasileños igualaron con un cabezazo de Rever, tras córner de Neymar, pero el trámite no varió. Chile siguió siendo un equipo insoportable, que pudo aumentar a través de dos maniobras de Rubio.
Encomiable, a ratos, el trajín de los chilenos. Sin ataduras. Asomaron algunas sociedades (Cortés-Mena; Meneses-Vargas) y liderazgos naturales, partiendo por González.
Las únicas dudas de Chile se registraron tras el descanso y se pagaron con el gol de Neymar (asistencia de Alexandre Pato). Pero la Roja se sacudió de inmediato del letargo y volvió a su utopía, la del vértigo y verticalidad. El premio llegó con el derechazo cruzado de distancia de Eduardo Vargas, que los torcedores aplaudieron de pie. Después del susto, claro.
28 goles le había anotado Brasil a Chile en los siete partidos que precedieron al empate de anoche. Los verdeamarillos venían de ganar a la Roja ocho juegos consecutivos.
El próximo partido entre la Roja y Brasil será el 10 de septiembre. Todavía no hay acuerdo respecto de la sede, ya que los pentacampeones pretenden jugar en Sao Paulo, mientras que la ANFP desea organizar el cotejo en Chile.