La solidez de las instituciones engrandece a los países. Venezuela y Argentina, con valiosos recursos, se fragmentan y empobrecen: el populismo pudre sus instituciones, en beneficio de camarillas que monopolizan el gobierno, la legislatura y la justicia.
Con la destitución del ministro Beyer parecería que ya no estamos libres del populismo. ¿Encontramos nuestro destino sudamericano, como conjeturó Borges?
El mecanismo constitucional de la acusación fue abusado por la arbitrariedad, la negligencia y la irresponsabilidad, por las ideologías sobre la justicia, por cálculo electoral y por la transgresión del derecho fundamental a un juicio racional y justo.
Algunos diputados no leyeron la acusación: se pedía la destitución por incumplimiento de obligaciones relacionadas con la "mantención del orden público" y con la "inviolabilidad del hogar", inaplicables, copiadas de una fallida acusación al ministro del Interior. El presidente de la Cámara afirmó que era una mera formalidad. No reparó en que la incongruencia del petitorio entre los hechos y el derecho alteró la causa de pedir y vicia insanablemente el libelo.
Luego el Senado validó el vicio de la Cámara; un senador ausente del juicio condena, omitiendo la más elemental obligación de un tribunal y jurado: oír los cargos y descargos; ex ministros de Justicia y ex presidentes del Senado que debieron abstenerse por conflictos de intereses, se negaron a inhabilitarse, y la gran mayoría de los opositores, reconociendo la probidad y competencia del acusado, lo condena. No estaban ajenos a estas irregularidades el decano de los senadores y un ex Presidente de la República. Priman las órdenes de partido, que -notablemente- solo uno del bloque opositor desafía, respetando con coraje el derecho, las instituciones y la libertad de conciencia que imponen la ética y la ley.
La nota patética la da un senador supuestamente independiente que se suma al bloque opositor y a la charlatanería chavista y, argumentando un desborde de sus necesidades íntimas, sale de la sala, alterando el orden alfabético, para negociar, votar al final y decidir el resultado.
Triste espectáculo que desprestigia al Congreso y a los políticos. Una vergüenza que ya es comentario internacional. Un proceso destructivo institucional que desalienta el servicio público y alienta al populismo.
La víctima inocente es Harald Beyer, uno de los ministros de Educación más calificados en décadas, quien centró su gestión en la calidad y libertad de la educación y fue condenado por esas ideas, no por infracciones probadas. Así lo reconocen intelectuales y expertos de prestigio, nacionales y extranjeros, premios nacionales y un Nobel, y varios ex ministros de Educación y opositores políticos.
¿Habrá sido la acusación un minuto de confianza, de distensión, como los del don Pío de Andrés Rillon? Esperemos.