Esta semana Colo Colo define su futuro institucional, eligiendo el nuevo directorio de Blanco y Negro. Es el primer paso para un reordenamiento integral que abarcaría, suponemos, también todos los aspectos deportivos.
Hace tiempo que no había tanta expectativa sobre quién y con qué visibilidad encabezaría los destinos del club. Una cosa es clara: los que verdaderamente tienen el poder real no quieren estar en la primera línea. Y quien lo desea por sobre todas las cosas, Aníbal Mosa (que tiene más acciones que nadie), no cuenta con los apoyos ni los votos necesarios para sentarse en el sillón del presidente.
Hubo, históricamente, luchas cruentas por el cargo. Antes, con la imperiosa labor de cautivar a los socios; hoy, de roncar en la Bolsa. Y, como ocurre en muchas organizaciones de interés ciudadano -la Iglesia, la Sofofa o la ANFP-, no es obligatorio que el elegido sea del gusto de la gente, los periodistas, los socios o los fieles, sino de los intereses particulares de los que votan.
A la hora de elegir, el directorio del club más popular del país hará un ejercicio que buscará, suponemos, restablecer las confianzas, encontrar liderazgo y, sobre todo, representar armoniosamente a los controladores, gente sin vocación para "la cosa pública". No son hinchas, como se ha recalcado, los que se arrimaron a este negocio, sino gente entusiasta y con fin de lucro, lo que en este caso, por ley, está permitido.
En esos escenarios, el elegido, como dirían en Matrix, es Eduardo Loyola, fanático de viejo cuño, político de izquierdas, cercano al plantel, con experiencia en directivas anteriores y con personalidad para imponer ideas propias desde la testera. Cuenta con la confianza de los inexpertos y tímidos accionistas mayoritarios, y se supone tendrá la muñeca necesaria para sortear las tormentas, porque experiencia política tiene. Y si no, haciendo honor a su ilustre y folclórico antepasado, recibirá todos los combos, hasta quedar debajo de la mesa, lo que ya viene siendo costumbre para los timoneles albos.
Si resulta ser el hombre que salga ungido del minicónclave, la gran elección que deberá hacer Loyola es el entrenador, el hombre clave para reencantar a las masas y saborear las mieles del éxito. O para desbaratar la conjura denunciada, pero jamás aclarada que pretendería llevar a la sociedad anónima a la ingobernabilidad. Porque en el sabroso mundo de los complots hay quienes creen que en el cúmulo de errores, malas decisiones y negociados del último tiempo hay algo mas que ignorancia, mala asesoría y vínculos condenables con empresarios y barristas. Suponen que es parte de un plan maestro que, yo intuyo, podría buscar varios propósitos. 1.- Hacer bajar groseramente el precio de las acciones. 2.- El retorno de Vergara (el Guatón, no Fernando). 3.- Llevar al Colo Colo de Todos al poder sin poner ni un peso. 4.- Provocar el caos del sistema para que vuelvan las corporaciones privadas sin fines de lucro.
Alejado del mundo conspirativo pienso que quizás esta larga transición fue solo eso. Una larga transición que espera el retorno de Gabriel Ruiz-Tagle y Sebastián Piñera (a quienes tanto costó convencer de que dejaran el club para irse a sus labores de Gobierno) en unos pocos meses más, para cuando la leche eleccionaria ya esté cocida. En ese caso, Loyola tendrá que apurarse. Es el tiempo el que lo apremia.