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Cartas
Lunes 08 de abril de 2013
Acusación constitucional
Señor Director:
Las acusaciones constitucionales tienen siempre carácter político, puesto que se basan en un texto normativo que se llama "Constitución Política del Estado". Sin embargo, en el caso del ministro Beyer, uno tiene la fundada sospecha de que la motivación política de varios de los diputados que la aprobaron no consistió en infligir una derrota al Gobierno (atendida la rudeza de la política, eso podría entenderse), sino en cálculos electorales estrictamente personales de parlamentarios que este año quieren ser reelegidos en sus cargos. Esos parlamentarios saben que es improbable que votar a favor de la acusación les signifique más votos (los jóvenes no son tontos), aunque entienden que votar en contra les significaría menos (los jóvenes saben cobrar cuentas).
Se afirma también que ni la persona ni la trayectoria ni la gestión del ministro Beyer importan en este caso, sino establecer un hito en la lucha por terminar con el lucro en la educación universitaria; o sea, transpersonalismo puro y duro. Lo que una persona es o haya hecho no cuenta a la hora de juzgarlo. Lo único que vale es la meta a la que se quiere llegar, sin importar quienes queden en el camino. El transpersonalismo, en su desprecio por el individuo y en su veneración del Estado, de las razones de Estado y de las causas colectivas, infesta muchas veces la política y hace prevalecer la ética de resultados (es bueno para la causa sacrificar a un sujeto) sobre la ética de la convicción (en conciencia, no estoy convencido de que ese sujeto merezca ser sacrificado). Por mi parte, creo que no pocas veces la primera de tales éticas es solo un mal disfraz que esconde la falta de coraje para ser consecuentes con la segunda.
Todos sabemos que nunca la política ha sido hecha desde los mejores sentimientos del corazón humano. De allí la ingenuidad o la demagogia de quienes llaman a reencantarla. Nunca la política ha estado encantada. Pero que no sea una actividad hecha desde los mejores sentimientos no significa que tenga que serlo desde los peores.
Agustín Squella