La teoría de los géneros (fílmicos, literarios, musicales) dice que el primer anuncio de su declinación ocurre cuando se tornan autoconscientes; es decir, cuando empiezan a reflexionar sobre sí mismos, sus motivos, sus tópicos y sus mecanismos, como si éstos fueran el objeto de estudio y no los simples vehículos de las necesidades expresivas. Así ocurrió con el western, el peplum, el musical y otros cuantos géneros más. Si la posmodernidad es, como la han definido algunos, un proceso de autorreflexividad creciente, entonces será uno de estos días el cementerio de todos los géneros.
El cine de terror puede ser más resistente, porque se conecta con facilidad con la cualidad onírica y pesadillesca que tiene el cine por sí mismo. Pero lo que más aprecian los seguidores de La cabaña del terror es lo primero: sus abundantes citas a otras películas del género, su reflexividad narrativa y esa especie de summa de monstruos fílmicos que pasa por zombis, íncubos, serpientes, lobos, aves de rapiña, payasos siniestros y seres retorcidos, tecnológicos o ancestrales, infantiles o militares.
Como los admiradores del cine de terror post 80 viven casi exclusivamente de los golpes de sorpresa que proporcionan las narraciones, de esta película no se puede contar casi nada, salvo, quizás, lo que ocurre en los primeros diez minutos. Hay primero un centro de control secreto que parece ser del gobierno o de algún organismo similar, con capacidades multinacionales. Los jefes de este lugar son dos burócratas (Richard Jenkins y Bradley Whitford) que lo administran con un aire de hilarante irresponsabilidad.
Y hay luego cinco jóvenes que van a pasar un fin de semana a una cabaña en medio de grandes bosques. El tropo de la casa abandonada se acompaña, como es usual, con un grupo formado por arquetipos: la rubia sexualizada, Jules (Anna Hutchison); la inocente y estudiosa, Dana (Kristen Connolly); el atleta, Curt (Chris Hemsworth); el estudiante serio, Holden (Jesse Williams); y el payaso, Marty (Franz Kranz).
Sobre estas dos líneas la narrativa avanza desvelando uno por uno los misterios de lo que está ocurriendo -la mayoría de los cuales son lugares comunes del género-, en un doble movimiento que los afianza y luego se burla de ellos. Esta cohabitación entre las reglas y la parodia debió ser problemática para los encargados de distribuirla. La cabaña del terror fue filmada en 2009, quedó atrapada en la quiebra de Metro Goldwyn Mayer y fue recomprada por Lionsgate, que trató de convertirla al formato 3D. Fallido este esfuerzo, decidió estrenarla sin entusiasmo en 2012, cuando ya se había convertido en objeto de culto.
Al fin, este río trae más ruido que piedras. La cabaña del terror es oscura, nocturna, sangrienta y escabrosa, y comparte la estética de sus congéneres (e incluso ese principio de corta-un-instante-en-seis-planos, como en la escena de la cabeza de lobo disecada). Sólo tiene algún interés en el debate sobre la narratividad, pero esto es algo que únicamente puede seducir a unos cuantos espíritus interesados.
The cabin in the woods. Dirección: Drew Goddard. Con: Kristen Connolly, Chris Hemsworth, Anna Hutchison, Fran Kranz, Jesse Williams. 95 minutos.