Según Guillermo Teillier, cuando él reivindica -en pleno 2013- el camino de la lucha armada encabezado por el Frente Manuel Rodríguez durante el gobierno militar, lo único que hace es decir "una verdad sobre sucesos históricos".
Lo mismo afirma la historiadora
Patricia Arancibia, al defender el texto que le ha censurado la ministra de Justicia de un gobierno que se llama de centroderecha. "Lo allí expresado se ajusta absolutamente a los hechos y a las fuentes históricas", ha dicho la investigadora perseguida. Aun así, sus afirmaciones sobre Allende y sobre la amnistía del Presidente Pinochet en el texto que ha sido proscrito han resultado inaceptables para la actual secretaria de Estado. Por eso el libro fue a parar a la bodega.
Paradójicamente, el presidente del Partido Comunista ha recibido un llamado de atención de la vocera de Gobierno -sí, de la colega ministra de aquella otra ministra, justamente de la que ha censurado la verdad sobre el pasado-. ¿En qué quedamos entonces? ¿Hay o no evidencias históricas que comprometen la conciencia? ¿Existen el bien y el mal en el pasado de Chile?
Depende. Para las ministras, depende. Y, razonablemente, por todos los antecedentes de estos tres últimos años, para el Presidente, depende. Para su actual ministro del Interior, depende...
Depende de lo que signifique cada opinión en relación con la próxima elección. Si afirmar que Allende era marxista es percibido como ofensivo, debe eliminarse. Si el terrorista Teillier pudiera llegar a integrar un eventual gobierno Bachelet, sus afirmaciones deben destacarse, para perjudicar esa candidatura. Una vez más, es la verdad al servicio de la conveniencia del momento.
En todo caso, no son solo los políticos de circunstancia los que se atreven a desafiar al oficio de historiador. No son solo los legisladores que han presentado el proyecto de ley aquel, el que busca prohibir toda investigación independiente sobre el desastre de la UP y la restauración efectuada por el gobierno militar. También ha habido depredadores de la verdad entre los empresarios más destacados.
Hace unos años -te comprendo Patricia-, la Confederación de la Producción y del Comercio encargó un libro llamado "Historia del gremialismo empresarial". En más de 260 páginas ilustradas, se hicieron cientos de afirmaciones bien fundadas. Una, solo una, no les gustó a dos de aquellos próceres, hoy ya fallecidos. Editor de aquel texto, hube de padecer en la voz de aquellos emprendedores, tan ilustres como desubicados, una presentación pública que tuvo más de agravio que de elogio.Y a pesar de un informe posterior de 70 páginas que explicaba la afirmación que les resultaba incómoda, el libro, hasta hoy, se encuentra en una bodega.
¿Y cómo reaccionan los historiadores ante estas agresiones? En general, con el silencio.
Hasta el momento en que envío estas líneas, ni la Academia Chilena de la Historia, ni la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, ni ninguno de los institutos de Historia de las universidades chilenas ha expresado su parecer sobre el caso Arancibia. Tampoco lo han hecho los premios nacionales de Historia, ni historiadores que han sufrido problemas similares, como le sucedió a Cristián Gazmuri con su biografía de Frei Montalva. De los centros de alumnos de historia no podría esperarse casi nada: prácticamente todos han sido capturados por la ideología y la movilización.
Caben dos opciones: o dedicarse a cualquier otra disciplina y permitir que se mienta a destajo, o seguir haciendo el paciente esfuerzo por develar el pasado.
Prefiero la segunda opción, la de Jaime Eyzaguirre, la de Mario Góngora, la de Gonzalo Vial.