¡Alto! Ahora que hay ofertas para viajar, si piensa tentarse con San Francisco en California, mejor aguántese hasta después del 17 de abril. Antes no podrá entrar al mejor museo de ciencia y tecnología que me ha tocado recorrer, el Exploratorium. Está de mudanza.
¡Qué ganas de llevar allá a todos mis nietos! Uno se sienta a mirar cómo los cabritos se apoderan de cada módulo, cada aparato.
Bajo un galpón muy alto, sobre un piso de cemento apenas pulido, los jóvenes se dispersan por las distintas experiencias. Por supuesto que ven burbujas, ilusiones ópticas, experimentos, máquinas explicadas bajo ese techo casi provisorio. Sienten estímulos, no efectos especiales, los aparatos parecen hechos en el patio de atrás de la casa, como dice Juan I. Baixas, el arquitecto del MIM, a quien lo inspiró el Exploratorium. No es un parque de entretenciones, no es algo tan fino que no todo parezca intocable.
Lo mejor, para mí es un fichero como de plumavit con avisos de los clubes de ciencia que se reunirán en la semana, los foros, mensajes entre socios, todo en papeles pinchados. La comunidad es la protagonista.
El Exploratorium ya terminó su mudanza en 200 camiones, según The New York Times. El 17 de abril abrirá sus puertas en el muelle 15, que se interna 250 metros en el Pacífico, con el doble de espacio del edificio anterior. La nueva casa no romperá la atmósfera. "Vamos a mantener el cemento en el suelo, no perderemos la simplicidad", me dijo una representante en febrero. Invirtieron 220 millones de dólares, más que el presupuesto de toda la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos de Chile.
En 1969 Frank Oppenheimer, físico, instaló una placa. "Aquí se está creando el Exploratorium, un museo comunitario dedicado al darse cuenta".
Resultó. Ahora, en el sitio del muelle, aparecerán nuevos ambientes para darse cuenta de la biología, el cuidado del medio ambiente, la relación con la diversidad de culturas en la ciudad.
Baixas me dice que el darse cuenta está en el laberinto del recorrido del MIM en Santiago, y en el darse cuenta del total de la arquitectura.
Consuelo Valdés, la directora del MIM, me muestra sus lazos con el Exploratorium. Para la inauguración de su museo, le compraron 13 módulos, muchos aún funcionan. El director, Dennis Bartels, vino al MIM en 2010. Y su experto en capacitación de profesores, Modesto Tamez, habló en Concepción en 2012. "Ellos se sienten un referente mundial", me dice Consuelo.
En noviembre ella pasó una semana en San Francisco. Le mostraron todo. Le gustó el ambiente de los funcionarios y voluntarios. En el MIM, dice, hay el mismo ambiente de jovialidad.
También hemos aprendido, me dice, de la visión de Oppenheimer: mantener la relación de la ciencia con el arte, con la estética, con la percepción. Tener en consideración cómo el ser humano percibe, cómo aprendemos con el cuerpo.
Diez mil personas visitaron el 2 de enero el Exploratorium, venían a despedirse; esa noche el lugar se cerraba para siempre. Eso es desatar pasión.
Tengo que volver allá, después del 17 de abril, tengo que llevar a alguno de mis nietos. Debería hacer un concurso entre ellos. O instalarlos una tarde en los lugares en la misma línea que tenemos a mano: el MIM, el Museo Nacional de Historia Natural... también dedicados al darse cuenta. Y me ahorro los pasajes aéreos. Por ahora.