La Presidenta Cristina Fernández, desvirtuando su visita protocolar al Papa Francisco, pidió su intermediación en la reclamación argentina sobre las islas Malvinas/Falkland. La solicitud, inconducente y contradictoria, intenta corregir su política de recuperar esos territorios mediante amedrentamiento, aislamiento y desprecio de la voluntad de sus habitantes. La respuesta de los isleños ha sido concluyente: en un referéndum de resultado casi unánime, han preferido mantener las islas como territorio de ultramar de Gran Bretaña.
La Mandataria ignora que las mediaciones internacionales requieren acuerdo de ambos gobiernos, una discreta preparación y un mediador independiente. Esos imperativos resultan imposibles en este caso: Gran Bretaña desechó la intervención papal por el carácter bilateral de la contienda. Estaba implícito, además, que debía respetarse el derecho de autodeterminación de los isleños y que no cabía la intervención pontificia, considerando que el interviniente está implicado, había prejuzgado y es de la nacionalidad de una de las partes.
La Presidenta menosprecia las convenciones internacionales y sus propias contradicciones. Se sabe de sus desencuentros con el nuevo Pontífice, a quien ahora recurre. También es conocido que el peronismo, que ella representa, fue opositor a la mediación del Papa Juan Pablo II que terminó con la disputa del Beagle, evitando un conflicto bélico fratricida inminente. Su partido se opuso en el plebiscito del Tratado de Paz y Amistad de 1984 propuesto por el Papa. Luego, sus legisladores votaron en contra de su ratificación por el Congreso argentino. Finalmente, ese tratado logró ser aprobado por el margen de solo un voto en el Senado y con el apoyo del 77% en el plebiscito, gracias al Presidente radical Raúl Alfonsín y al respaldo de algunos peronistas disidentes, como Carlos Menem y Antonio Cafiero.
Más adelante, en el 25° aniversario de ese tratado, la Presidenta Fernández de Kirchner condicionó su celebración a que se realizara "sin botas ni sotanas". Y lo logró en el encuentro de Monte Aymond. En esa ocasión vetó la presencia del sucesor del cardenal Samoré, monseñor Faustino Sáinz, secretario de la Mediación, y de los protagonistas argentinos de la misma, mientras la Presidenta Bachelet excluyó a quien fue jefe de la delegación chilena, el general (r) Ernesto Videla.
Los erráticos procederes de la Jefa de Estado argentina son consecuencia de utilizar la política exterior para fines electorales e ideológicos, especialmente ante crisis económicas y polarizaciones internas. Cálculos muy parecidos emplea el Presidente Evo Morales con su demanda ante la Corte de La Haya para exigir la entrega de territorio chileno.