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Editorial
Jueves 14 de marzo de 2013
Polémico referéndum en las Malvinas
Se descartan represalias que obstaculicen la conectividad, las comunicaciones y el libre comercio. Serían del todo inaceptables y contrarias al derecho internacional y a principios permanentes de la política exterior chilena...
En una votación prácticamente unánime (98,8%), los residentes de las islas Malvinas/Falkland se han pronunciado por mantenerlas como un territorio de ultramar del Reino Unido. Observadores internacionales han calificado ese proceso consultivo como libre e informado y con resultados indiscutidos.
Tal desenlace era totalmente predecible: los isleños cuentan con una identidad propia, de raíces británicas, forjadas desde antes de 1833; sus relaciones con el Reino Unido son estrechas y les han permitido sobrevivir a una guerra; gozan de plena unidad y de una pacífica convivencia; su renta per cápita supera holgadamente a las de todos los países sudamericanos; disponen de una institucionalidad que les garantiza un Estado de Derecho sólido, que les otorga completa autonomía, salvo en la defensa exterior y en relaciones internacionales; están convencidos de ejercer el derecho de autodeterminación de los pueblos reconocido por el derecho internacional, y auguran para sí un futuro económico promisorio, que les podría permitir completa independencia en la década siguiente.
Los habitantes de las islas - kelpers , en argot inglés- demostraron fortaleza cuando Argentina recurrió a la fuerza para el ejercicio de su aspiración de soberanía, y actualmente han probado su entereza para superar el aislamiento promovido por el país vecino. A la luz de los resultados de este plebiscito, ambas políticas -uso de la fuerza y aislamiento- de los gobiernos trasandinos -militar, de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández- han resultado totalmente contraproducentes para sus pretensiones.
Menos predecibles son las consecuencias internacionales de dicha consulta popular. Mientras la comunidad británica le reconoce plena legitimidad y promueve su acogida por el resto de las naciones, Argentina le desconoce todo valor e insiste en sus derechos soberanos y en el cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas que prescriben negociaciones sobre la disputa de soberanía. La misma reacción trasandina tendrá Latinoamérica y en particular Chile, que han respaldado férreamente la posición Argentina, defendida enérgicamente por su gobierno y con amplio apoyo de su pueblo y de la región.
En todo caso, se descarta que la reafirmación de la mantención como territorio británico de ultramar desencadene represalias que obstaculicen la conectividad, las comunicaciones y el libre comercio. Tales medidas serían del todo inaceptables y contrarias al derecho internacional y a principios permanentes de la política exterior chilena. El interrogante que se abre es la restante reacción internacional frente a una potente expresión de voluntad popular de los habitantes de las islas, que ha sido registrada por el mundo.