El 30 de junio próximo -probablemente con el frío y la lluvia invernales afectando al 80% del cuerpo electoral-, 13,3 millones de chilenos seremos convocados a pronunciarnos en las primarias. Al menos un millón, los estudiantes de educación superior, estarán además en plenos exámenes semestrales.
La palabra "primarias" da una idea de comienzo, de primera etapa, pero, en este caso, realmente esa elección puede ser definitiva, "definitoria".
En una papeleta -hasta ahora- figurarán dos candidatos, Golborne y Allamand. En la otra, muy probablemente aparecerán cuatro: Bachelet, Gómez, Orrego y Velasco.
Ya esa duplicación marcará una importante diferencia. Quienes quieran votar por la Alianza solo tendrán dos opciones, solo se verán atraídos por dos posibilidades, mientras que quienes deseen hacerlo por la Concertación quizás podrán escoger entre cuatro sensibilidades.
Cualquier mortal entiende que es más animante levantarse una fría mañana de invierno y decidir ir a votar si el elector se siente representado por una opción bien concreta (una de cuatro) que si se considera interpelado solamente por dos opciones más bien genéricas.
Cuatro candidatos en la Concertación acumularán muchos más votos que dos en la Alianza, por la simple razón de que todo concertacionista encontrará en alguno de ellos a su modelo, mientras que muchos aliancistas no hallarán motivos para sufragar por el candidato de la UDI ni por el de Renovación.
Distinta habría sido la situación en un "cuatro contra cuatro", con una Alianza abierta a considerar las opciones de Ossandón o Larraín y de Longueira.
Una reciente encuesta de la Fundación Jaime Guzmán indica que mientras el 55% de los electores de la Alianza considera que votar es un deber, 62% de quienes marcan Concertación piensan lo mismo. Y aunque están empatados en cuanto a su disposición para votar el domingo 30, realmente ¿quiénes se van a levantar para sufragar ese día en mayor proporción?
Por eso, la elección de noviembre, sí, la definitiva, puede quedar completamente decidida el mismo 30 de junio. Es perfectamente posible que la Concertación logre ese día entre 400 mil y 500 mil votos, y que la Alianza apenas se acerque a los 200 mil. Ya la DC hizo un notable ejercicio de participación y consiguió 53 mil. Hasta ahora, es la única encuesta validada en las urnas. ¿Por qué no podrían los socialistas, PPD, comunistas y radicales aportar con otros cientos de miles más? Por contraste, la debilidad de la convocatoria aliancista -expresada dramáticamente en las últimas municipales- podría serle ahora fatal.
Efectivamente, el dilema para los dos partidos de la Alianza es evitar que Bachelet aparezca en las primarias con 360 mil votos y Golborne con apenas 120 mil, porque, de ser así, ¿podría revertirse comunicacionalmente un tres a uno como para afrontar una campaña por la Presidencia con algún grado de esperanza?
A más de tres meses de esa eventual debacle, todavía se pueden tomar en la Alianza algunas decisiones sensatas. La más sencilla es convocar la mayor cantidad posible de primarias para cargos de diputados y senadores en todo Chile, de modo de motivar a los electores aliancistas. Si ellos pudieran marcar dos o tres rayitas en vez de solo una, quizás valiera la pena ir a votar...
La otra es más compleja y requeriría mucho coraje: ¿No sería posible ofrecer cuatro alternativas en vez de dos? ¿No han pensado siquiera en la posibilidad de que haya cientos de miles de chilenos que prefieran otra opción que no sea ni Golborne ni Allamand?
Especular con que quizás la Concertación no haga primarias es la última salida, pero no parece sensata.