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Editorial
Domingo 03 de marzo de 2013
La semana política
No siempre la sensatez ha acompañado a las determinaciones de los partidos de derecha y centroderecha, con resultados a menudo
desalentadores para sus pretensiones...
Prevención de viejos vicios
El fin del período de vacaciones repone en primer plano a la actividad política, que ahora adquirirá intensidad creciente ante las próximas definiciones electorales. Muchos pasos habrán de darse previamente, algunos de especial complejidad, como las primarias, que con carácter legal se incorporan por primera vez a la institucionalidad chilena. De hecho, a casi tres meses de la publicación de la ley que regula ese inédito proceso, se han alzado críticas a la manera en que la utilización de papeletas de diverso color -según la definición presidencial o parlamentaria de la coalición opositora o de la Alianza- afecta el carácter secreto de la decisión, y hay dudas sobre la posibilidad de utilizar este instrumento legal para definiciones de primarias dentro de un mismo partido. El Gobierno anunció que en el texto legal que prepara para resolver diversos problemas de la puesta en marcha del voto voluntario y la inscripción automática, que se evidenciaron en la pasada elección municipal, incorporará también ajustes para resolver estas materias.
Pero los desafíos de las primarias no son solo de orden institucional, sino también de práctica y cultura política. El penoso episodio en torno a la asistencia de los abanderados de la centroderecha a la vigilia del 27-F, esta semana, que recuerda la discusión preelectoral sobre el balcón del municipio de Santiago, es elocuente.
Con la información hasta ahora disponible no parece dudoso el resultado de las primarias de la Concertación y del Partido Comunista para escoger a su candidato a la Presidencia. Y, de guiarse por las encuestas, no es fácil equivocarse en cuanto a quién representará a la centroderecha en dicha elección. Esto último explica las campañas de los dirigentes de las colectividades de gobierno, incluso durante febrero, para subrayar los aspectos positivos de sus respectivos candidatos, rebajando de paso, con mayor o menor sutileza, los merecimientos del contrario. Son comprensibles estas diferencias, así como el anhelo de las directivas de los partidos por lograr el triunfo de sus representantes. Este quehacer, propio de la actividad política, suele adquirir en la centroderecha aspectos ingratos y negativos, frente a los cuales los dirigentes deben ser especialmente precavidos.
No siempre la sensatez ha acompañado a las determinaciones de los partidos de derecha y centroderecha, con resultados a menudo
desalentadores para sus pretensiones.
¿Actuaciones destacadas o programas bien estructurados?
Basta recordar algunos episodios de nuestra historia electoral para concluir que no siempre la sensatez ha acompañado a las determinaciones de los partidos de derecha y centroderecha, con resultados a menudo desalentadores para sus pretensiones. Dejando de lado errores gruesos de sus dirigentes, como los cometidos en 1942 al apoyar los partidos Conservador y Liberal a Carlos Ibáñez del Campo, y en 1964 a Eduardo Frei Montalva, ninguno de los cuales representaba sus posiciones, no puede olvidarse la elección de 1946, en que el candidato conservador Eduardo Cruz-Coke se enfrentó al radical Gabriel González, apoyado incluso por el Partido Comunista, no obstante lo cual el Partido Liberal alzó la candidatura de Fernando Alessandri. Esto, como era evidente, permitió el triunfo, aunque con mayoría relativa, de González, y el definitivo de éste en el Congreso Pleno, ahora con el apoyo liberal. Y no puede olvidarse que para las elecciones presidenciales de 1958 las dudas del Partido Liberal en lo relativo a apoyar a Jorge Alessandri o a Eduardo Frei sólo quedaron zanjadas con la repentina muerte del senador Raúl Marín Balmaceda cuando defendía en un ardoroso discurso ante la junta de su colectividad la imperiosa necesidad de apoyar a quien compartía las mismas posiciones políticas.
Es necesario tener presente esos hechos en la actual coyuntura. Es cierto que si las primarias son abiertas también a los independientes, los resultados pueden no ser los esperados. Pero también es cierto que Renovación Nacional y la UDI han impuesto, como ha sido tradicional en los partidos, dos nombres al amplio sector de independientes que nunca se inclinaría por votar por un candidato de la izquierda. Y esa imposición se ha hecho sobre la base de encuestas que reflejan el reconocimiento público ante acciones destacadas de dichos candidatos frente a situaciones específicas y de gran resonancia pública, y no sobre la base de programas bien estructurados para encarar los problemas que afectan a nuestra sociedad.
Propuestas pendientes
Porque tal vez lo que más se echa de menos en la centroderecha es un conjunto de medidas razonables y viables sobre materias urgentes, que hasta ahora se han traducido en vagas formulaciones: una regionalización auténtica; un reforzamiento de la seguridad de las personas; una reforma profunda al régimen de gobierno municipal, origen en buena parte de los desastres urbanos en casi todo el país y ámbito de los más insospechados mecanismos de corrupción; una reforma laboral que este gobierno no hizo; una política sobre generación y distribución de energía, y muchas otras materias, como las vinculadas al transporte y a las comunicaciones, que deben ir más allá de declaraciones o promesas.
El financiamiento público del proceso de primarias apunta a mejorar la calidad de nuestra democracia, fortaleciendo la participación y el debate de las propuestas políticas en competencia. La Alianza y sus nominados aún están a tiempo de aprovechar esta oportunidad y cumplir con esos anhelos ciudadanos.
Lo que más se echa de menos en la centroderecha es un conjunto de medidas razonables y viables sobre materias urgentes, que
hasta ahora se han traducido en vagas formulaciones.