En una extensa carta en defensa del libro del senador de la UDI Jovino Novoa, publicada en este diario,
Jaime Bellolio afirma que los izquierdistas chilenos "ya no son marxistas, sino gramscianos", como lo prueba esa "teoría del malestar" que han inventado para torpedear al modelo. Se equivoca. Basta con ir a Wikipedia para saber que no se puede ser "gramsciano" sin ser "marxista, pues Antonio Gramsci se limitó a subrayar la importancia de la dimensión cultural, pero sin salirse ni un milímetro del paradigma de Marx. Y la izquierda chilena, al menos en sus núcleos dominantes, ya no es ni marxista ni gramsciana. Sí lo es la derecha "novoísta" que él defiende.
¿No me creen? Denme una oportunidad de explicarlo. De partida, hay una profunda convergencia epistemológica entre Novoa y Marx, en el sentido de que comparten la misma teoría del conocimiento; de cómo se construye, prueba y justifica la verdad.
Presten atención a las siguientes afirmaciones de Novoa: 1) "No es posible evitar la ley de gravedad, tampoco la de oferta y demanda"; 2) "El mercado... se generó espontáneamente en el intercambio libre de bienes y servicios"; y 3) Se debe dejar "que las cosas sucedan, que caigan por su propio peso". Las tres afirmaciones apuntan a lo mismo: a sostener que leyes de la historia son un matter of fact , equivalentes a las leyes de la física, y que los humanos somos objetos de un mecanismo que está fuera de nuestro control: la "ley natural"; el orden que se genera "espontáneamente", como la "ley de gravedad"; en fin, de aquello que cae "por su propio peso".
No pretendo discutir esa tesis, hoy cuestionada desde todas las corrientes de la ciencia. Todo lo que busco es subrayar la coincidencia con Marx, cuya obra cumbre, "El capital", también busca descubrir "la ley natural que preside" el "movimiento" de la sociedad moderna. Novoa coincide con Marx en que el deus ex machina de la historia está en la economía. Marx encontró "la ley económica que mueve" al mundo en el desarrollo de las fuerzas productivas, mientras Novoa la descubrió en la "ley de la oferta y la demanda", y en el caso de Chile, en la obra del "chicago-gremialismo" y del gobierno actual. Pero las premisas de ambos son las mismas.
Novoa trata de explicarse por qué en Chile existe descontento si hay tanta prosperidad y oportunidades económicas. Lo mismo que intentaba Marx, pero en sentido inverso: por qué no hay una revolución habiendo tanta pobreza y explotación.
Novoa descubre la razón: hay una "disonancia -afirma- entre el Chile real, que podemos constatar en cifras y en datos empíricos, y la noción subjetiva tremendamente pesimista que está transmitiendo la izquierda local". El problema está en la izquierda, que "usando cualquier arma disponible" disemina "teorías dudosas", como la del malestar, que llevan a que la gente no esté conforme con lo que tiene.
El raciocinio de Marx es idéntico. Pero él observa otra disonancia: aquella entre el desarrollo de las fuerzas productivas, que para expandirse necesitan romper con las relaciones sociales de producción capitalistas, y la ideología burguesa que se esparce a través de instituciones y valores que inducen al pueblo a la alienación y la resignación.
Marx se queja contra el conformismo; Novoa contra el malestar; pero la lógica de ambos es la misma. De ahí que los dos -y aquí convergen con Gramsci- se sienten destinados a dar la batalla ideológica para desvanecer esas influencias -la burguesa en el caso de Marx, la izquierdista en el caso de Novoa-, que impiden que las leyes económicas puedan desenvolverse con total libertad.