"He sabido ser hipócrita", despacha Jordi Castell, anfitrión del programa con que CHV televisó su tercera gala del Festival de Viña. Y a confesión de partes, relevo de pruebas. Porque anoche la performance del conductor no solo estuvo lejos del agresivo tono que le valió reproches en la jornada de 2012, sino que significó la total negación de la esencia que le ganó un espacio en la TV.
La nueva dupla que integró junto a Carolina de Moras, más que amable, fue inopinante a más no poder. Centrados en entregar información sobre los diseñadores detrás de cada vestido, o en aventurar tendencias en boga, estos anfitriones bien podrían haber sido reemplazados por un generador de caracteres que sobrescribiera las imágenes con los datos de rigor. Eso habría bastado. Es más, habría ahorrado reiteraciones majaderas como la constante celebración de las figuras de las mujeres que habían pasado por la maternidad o la parcial insistencia en declarar como "ganadora" de la noche a la actriz Fernanda Urrejola, próxima protagonista de la teleserie del canal.
El aporte de Ignacio Gutiérrez y Francisca García-Huidobro, destinados en diferentes puntos de los 120 metros de alfombra roja, tampoco logró agregar gran contenido al constante desfile de celebridades. El ritmo impedía un diálogo verdadero y, en rigor, tampoco se notaba en las preguntas más creatividad que la destinada a promocionar el próximo programa de baile del canal. Incluso frente al manjar periodístico de abordar a "Kel" Calderón en medio de una silbatina, no hubo capacidad de hincar el diente o, por qué no, bromear.
La transmisión de la gala del Festival de Viña es cada año un avance en el género para la TV local. No solo se sumó la célebre cámara 360, sino que se ganó presencia del público como parte de la ambientación. Con celebridades cada vez más preocupadas de su look , solo falta esperar a que los comentaristas practiquen la honestidad combinada con la educación... y por qué no, con agudeza y humor.