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Editorial
Sábado 23 de febrero de 2013
Qué quiere la clase media
El crecimiento de la clase media es un fiel reflejo de los importantes avances de nuestro país en los últimos años. Pero, para asegurar su consolidación, Chile debe seguir realizando los esfuerzos indispensables para reforzar su modelo de crecimiento y desarrollo...
Según un informe del Banco Mundial, en América Latina el número de pertenecientes a la clase media pasó de 103 millones en 2003 a 152 millones en 2009. Y aunque la forma de determinar quién se incluye en la clase media puede discutirse, los parámetros utilizados en dicho reporte son atendibles. Para el Banco Mundial, una persona pertenece a la clase media si tiene una baja probabilidad de caer en la pobreza. Cálculos más, cálculos menos, esto indica que, en términos monetarios, una persona es considerada de clase media si cuenta con un ingreso diario entre 10 y 50 dólares (entre 4.700 y 23.500 pesos, aproximadamente). Así, se estima que si bien casi uno de cada tres latinoamericanos pertenecía a la clase media a fines de la década pasada, este segmento se encuentra en rápida expansión. Ese fenómeno se explica por los buenos resultados económicos de países como Chile, Perú, Colombia, México y Brasil.
Al analizar las características de está población, las cifras muestran que, indistintamente de los países que se consideren, la clase media latinoamericana comparte ciertas características demográficas. Sus miembros tienden a ser asalariados en el sector formal, en vez de trabajadores por cuenta propia. Asimismo, son más habitualmente empleados en el sector privado, en especial en el área manufacturera. Las mujeres que pertenecen a tales hogares tienen en promedio menos hijos y participan más en el mercado laboral. En su relación con el Estado, la clase media latinoamericana participa en grado desproporcionado en el sistema de seguridad social, pero tiende a preferir la provisión privada de servicios de educación y salud.
Al analizar el caso de Chile, el informe del Banco Mundial concluye que nuestra clase media experimentó un significativo aumento entre 1992 y 2010, casi doblándose durante este período. Y si bien ese informe no cubre el lapso 2010-2013, sin duda el excelente desempeño económico reciente -inflación históricamente baja, alta creación de empleos y un crecimiento del producto no observado en casi dos décadas- aumentará aún más la proporción de chilenos en este grupo.
Confirma esta proyección un reciente análisis del BBVA, según el cual, de mantenerse la evolución de nuestra economía, el 17% de los chilenos pertenecerá en 2020 al estrato de ingresos medios altos -ingresos anuales entre 11,7 y 18,8 millones de pesos anuales-, lo que contrasta con el 6% de los niveles de 2010. Tendencias similares se predicen para el estrato de mayores ingresos (sobre los 18,8 millones de pesos anuales) y, por el contrario, se anticipa que el crecimiento económico permitirá reducir significativamente los estratos medios-bajos y bajos.
Exigencias que se plantean a las políticas públicas
Este significativo crecimiento de la clase media impone importantes exigencias a nuestras políticas públicas. Algunas ya son evidentes, otras comenzarán a serlo poco a poco. Por ejemplo, la reciente discusión sobre la necesidad de una educación de calidad refleja las demandas de una clase media que busca asentar sus avances mediante una mejor enseñanza prebásica, básica, media y superior para sus hijos. Algo similar ocurre en salud, donde existe una creciente demanda por servicios de calidad, tanto en el sector público como en el privado.
Nuestro mercado laboral -muy poco moderno- también comenzará a remecerse ante la presión de una mayor flexibilidad del empleo proveniente de ese estrato. La clase media no solo demandará empleos de mejor calidad en cuanto a ingresos, sino también puestos de trabajo que permitan combinar el desarrollo profesional con la vida familiar. Modalidades de teletrabajo y trabajo a distancia, como también de horarios más flexibles, serán crecientemente demandados por este grupo, particularmente por mujeres y jóvenes. Un sistema de seguro de desempleo más eficaz y cambios en el sistema de pensiones que aumenten los niveles de las tasas de reemplazo, también deben estar en la agenda de políticas públicas para este estrato.
Del mismo modo, el mejoramiento de la red de transporte público, una infraestructura vial adecuada y la disponibilidad de lugares públicos para realizar actividades recreacionales y deportivas, son también ámbitos de gran interés para este grupo, como lo es la urgente disminución de los indicadores de delincuencia y criminalidad.
Así, las dificultades para contribuir a la consolidación de la clase media no pasan -como algunos creen- por la implementación de políticas sociales de rasgos asistencialistas. Muy por el contrario, dependen del perfeccionamiento de los pilares de nuestro sistema económico. El hogar promedio chileno no quiere ayuda económica, sino poder aprovechar las oportunidades que le brindan el crecimiento y desarrollo del país. Sus miembros entienden perfectamente que el esfuerzo individual es la fórmula para salir adelante. Siguiendo el milenario adagio, no quieren pescado, sino cañas para pescar. Demandan un Estado más activo en la entrega de oportunidades y menos activo en la entrega de bonos, y mejores servicios públicos. En suma, quieren un mejor funcionamiento de los mercados, y no menos mercado.
El mundo político debe entender que "la clase media" -grupo cuyo bienestar refleja nuestros avances- significa mucho más que simplemente "el votante mediano".