Señor Director:
El Papa Benedicto XVI
anunció la dimisión de su cargo ante la faz de todo el mundo indicando con la mayor sencillez el motivo de su decisión: "En el mundo de nuestro tiempo... para gobernar la nave de San Pedro y anunciar el Evangelio es necesario también tener cierto vigor del cuerpo y del alma que en los últimos meses ha disminuido en mí de tal modo que debo reconocer mi incapacidad para desempeñar bien el ministerio a mí encomendado" (11 febrero 2013). Pero en estos días la prensa y los que insisten en encasillar a la Iglesia en la lógica de otras instituciones humanas no pueden aceptar que alguien renuncie al poder por el bien de los demás, y se esfuerzan por atribuir a esa decisión otros oscuros motivos.
Basándose en puras suposiciones -"según un supuesto informe... habría un informe... en ese informe diría..., etcétera"-, afirman que en el Vaticano ocurren los peores escándalos, y que esos escándalos "habrían" motivado la renuncia de Benedicto XVI. De esta manera, sin ninguna prueba, presentan las palabras de Benedicto XVI como falsas, y a él mismo como quien intenta engañar al mundo. Dada la absoluta serenidad que manifiesta Benedicto XVI en estos días, habría que atribuirle también extraordinarias dotes de simulación que no corresponden con su personalidad.
Personalmente, trabajé en el Vaticano al servicio de la Santa Sede durante nueve años. En ninguna parte he visto más desinterés, abnegación, fidelidad, honestidad y amor a la verdad que las que vi allí en esos años. Los que tenemos fe en la Palabra de Dios creemos que la Iglesia está conducida por el Espíritu Santo y que a Benedicto XVI, como Sucesor de San Pedro, se dirigen las palabras de Cristo: "Lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en el cielo" (Mt. 16,19). El renunciar al pontificado es una decisión de gran importancia para la Iglesia, como lo dijo Benedicto XVI a los Cardenales presentes al comenzar el anuncio: "Los he convocado a este Consistorio no sólo por las tres canonizaciones, sino también para comunicarles una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia" (11 febrero 2013). Es, por tanto, una decisión que fue ratificada en el cielo, por Dios. ¿Es que Dios mismo se dejó presionar por esos "supuestos" graves escándalos que "ocurrirían" en el Vaticano?
Por simple honestidad y profesionalismo, los que no conocen a la Iglesia deberían abstenerse de emitir juicios infundados sobre ella. En su carta a Tito, San Pablo afirma: "Para los puros, todo es puro" (Tito 1,15). El apóstol agrega también el contrario: "En cambio, para los contaminados e infieles, nada hay puro, pues su mente y conciencia están contaminadas". No honra al periodismo, que debería informar la verdad, hacerse eco de noticias falsas.
Felipe Bacarreza RodríguezObispo de Santa María de Los Ángeles