Señor Director:
El
profesor Cristóbal Orrego (a quien hay que agradecerle reconocer el derecho de los no católicos a comentar las decisiones de la Iglesia) sostiene que no hay inconsistencia alguna en alabar la agonía de Juan Pablo II y, a la vez, la renuncia de Benedicto XVI. Lo que ocurre, explica, es que para un católico hay "absolutos morales" dentro de los que no se cuenta el deber de ejercer el papado hasta el final. Eso sería algo entregado a la prudencia, a la apreciación de las circunstancias del caso.
Aceptemos la distinción como válida.
Un absoluto moral -enseña, si no recuerdo mal, Finnis- equivale a una acción intrínsecamente incorrecta. Algo que es malo en sí mismo con prescindencia de las circunstancias. Como explica Finnis, en este caso las circunstancias se emplean para identificar la incorrección, pero no para construir excepciones. Un absoluto moral indica algo malo del todo cuya identificación no requiere de parte del agente juicio estimativo alguno. Cuando no se trata de un absoluto, en cambio, las circunstancias son decisivas a la hora de establecer si el acto fue correcto o no.
Bien. Supongamos que mantenerse en el cargo de Papa no sea un absoluto moral, sino un deber que depende de las circunstancias, entregado a la prudencia. En tal caso, ¿por qué aplaudirlo sin conocer las verdaderas circunstancias que llevaron a ejecutarlo? Esas circunstancias no pueden ser la falta de fuerzas de Benedicto porque en ese caso él estaría esgrimiendo su autointerés. La única circunstancia debiera ser que hay algo que le ocurriría a la Iglesia si él se mantiene en el cargo y que su renuncia evita. ¿Cuál sería esa? Hasta donde yo sé, nadie la conoce. Y en tal caso, ¿por qué entonces aplaudir el valor de su acto? En el caso de Juan Pablo II las circunstancias que para un católico hacían valiosa su agonía en público eran conocidas -enseñar que no hay que abandonar la cruz de la vejez-, pero en el caso de Benedicto XVI esas circunstancias están ocultas. Él no las ha revelado. Así entonces se confirma lo que sugiero en la columna: o hay inconsistencia en alabar al mismo tiempo a Juan Pablo II y a Benedicto XVI (uno aferrándose a la cruz de la vejez y del cargo; el otro abandonándola) o la verdad está oculta.
Carlos PeñaProfesor de Derecho
Universidad Diego Portales
Universidad de Chile