Señor Director:
Diversas reacciones ha provocado el libro del senador Novoa presentado hace algún tiempo. Curiosamente, ha producido más efectos en la actual coalición gobernante que entre quienes sostienen las ideas realmente contrarias a las del libro, que son quienes interpretan las movilizaciones y el malestar para proponer una nueva utopía: la de la construcción de una sociedad y hombre nuevos, basados en un estado de bienestar que sería liberador e igualador.
En esta misma línea
escribe Eugenio Tironi su columna de esta semana. Plantea que habría "una disonancia entre el Chile real, sus creencias, emociones y expectativas, y la visión de Novoa y los sectores de derecha que él representa". Dice que hay un "mercado" o una demanda que comparte la tesis del malestar y una izquierda que no tiene la adecuada oferta o sintonía con ella, y, finalmente, vuelve a comparar las movilizaciones del 2011 con las de Mayo del 68.
Es decir, se atribuye a sí mismo la única interpretación verdadera sobre la situación del país, afirma que la izquierda está absolutamente ajena a dichos movimientos sociales y al malestar, y, finalmente, hace un llamado -no sin un dejo de nostalgia y emoción- a que los jóvenes prosigan hacia la "revolución pendiente" que no hicieron sus padres.
Su argumentación tiene al menos dos clases de errores, o, para usar su terminología, se equivoca en el análisis de la demanda, que sería la ciudadanía, y de la oferta, que serían las ideas de izquierda o derecha.
Con respecto a la ciudadanía, dice que el "novoísmo" rechazaría el malestar, cuando este, a su juicio, sería motivo de celebración, y no de condena. Según Tironi, el mismo Cristo habría tenido una tesis de malestar y que un innovador como Steve Jobs habría surgido por lo mismo. Lo realmente curioso es que él llegue a una conclusión como ésta, cuando el libro no plantea que no exista un malestar, sino que éste ha sido inflado por políticos de izquierda con agenda en mano, construyendo tesis apocalípticas de derrumbes de modelos y sociedades, desde donde emergerían ellos para salvarnos. Es, además, un vínculo paradójico el que intenta hacer entre Cristo, Jobs y la izquierda, cuando son precisamente ellos quienes miran con recelo y desdén a la religión, y les molesta el emprendimiento y la innovación, ya que por definición produce ganadores; es decir, desigualdad.
Con respecto a la "oferta" de la izquierda, tiene razón en que ha cambiado. Ya no son marxistas, sino gramscianos; ya no habría un Leviatán, sino que el Estado sería la conciencia del pueblo -como pensaba Hegel- y que sólo ellos pueden conocer. Todo es menos visible, más subterráneo, y no puede ser dirigido por alguna persona o institución.
Tiene razón también en que la actual Concertación no es la cual él ayudó a construir. Hoy gana la tesis de que los 20 años en que gobernaron fue un despropósito, que hay que cambiarlo todo y virar a la izquierda. Son estos mismos quienes lo critican directamente por estar en el sector privado y en directorios de empresas, ya que sería supuestamente incompatible con querer buscar el beneficio de lo público.
Al contrario de lo que él plantea, el libro de Novoa se dedica precisamente a mostrar cómo esta interpretación del malestar se transforma en una estrategia política de quienes quieren virar hacia una extrema izquierda.
El libro tiene como objetivo principal poner sobrealerta el resurgimiento de estas anticuadas y fracasadas ideas y, al mismo tiempo, una mirada autocrítica derivada de la disonancia entre los buenos resultados económicos, la excelente gestión gubernamental en muchos ámbitos y la baja aprobación ciudadana. ¿Por qué el chileno está satisfecho individualmente, pero dice que la ciudad o el país no está bien? ¿Por qué los avances en empleo, salarios, oportunidades y reducción de la indigencia no son recibidos? La tesis que plantea entonces es una política: el éxito en la eficiencia, pero el fracaso de la política. Que el progreso no es sólo medible por el PIB, que hemos perdido la fuerza para defender nuestras propias ideas, que hemos confundido las banderas, y que no hemos sido capaces de construir un relato mayoritario.
Debieran molestarse más con el libro aquellos que plantean la destrucción de la sociedad actual para instalar una quimera, el advenimiento del "hombre nuevo" fruto de antiguas utopías fracasadas y la intromisión del Estado en todos los aspectos de la vida.
Por el contrario, sí apreciamos el libro quienes creemos en el valor de la persona, de la creatividad, y el esfuerzo individual y en la política como la búsqueda del bien común y en la deliberación pública para encontrar la verdad. También quienes sabemos que la historia está lejos de acabarse y quienes estamos convencidos de que sólo con coherencia y valentía es posible ganar la batalla de las ideas.
Jaime Bellolio Avaria