Señor Director:
Me refiero a lo expresado por la señora Bernardita Soto, en
carta publicada ayer.
Hasta hace 10 años, yo también fui fumador permanente y respondía con voz fuerte cuando me llamaban la atención por fumar habiendo otras personas en la cercanía.
Como la señora Bernardita, también fui deportista, padre de deportistas que vistieron la insignia nacional y hoy abuelo de deportistas. A la edad de ella (41 años), coincidía plenamente con su planteamiento. Sin embargo, cada día me felicito más por haber tomado una decisión de hombre inteligente, al suspender el cigarrillo hace ya 10 años, no tanto por lo bien que me hizo a mi salud -lo que es obvio-, me felicito por haberme iluminado al comprender que era yo quien perseguía a los no fumadores, con la constante contaminación en todos mis entornos, particularmente mi hogar.
La tercera edad es una bendición de Dios, pues permite aprender que siempre el bien general debe prevalecer por sobre los intereses de algunos.
Humberto Gattini R.