El jueves, en el Teatro de la Universidad de Chile, la Orquesta Sinfónica de Chile, bajo la dirección de Nicolas Rauss, interpretó la obertura de la ópera "Tannhäuser", de Wagner, y la Suite "Los Planetas", del británico Gustav Holst (1874-1934).
No fue demasiado auspicioso el comienzo con Wagner. El majestuoso Andante inicial, anticipa el Coro de los Peregrinos que aparecerá en el curso de la ópera; en esta ocasión, el coro de vientos pareció peregrinar en busca de la afinación y la hermosa entrada de los cellos salvó la situación. El incómodo final escrito para los violines no tuvo la justeza requerida en relación a las notas largas del resto de la orquesta, en un pasaje que evidencia la desmesura del compositor a través de un recurso que podría estimarse un defecto compositivo.
Cualquier reparo se desvaneció en la Suite, cuando "Marte" hizo su entrada como anunciador de la guerra. La obra fue concebida durante la Primera Mundial y Holst construye magistralmente el clima ominoso de tiempos bélicos. En este recorrido astrológico, desfilaron los planetas del sistema solar, cada uno con la idiosincrasia que Holst les atribuye, destacándose la espacial atmósfera de "Venus" y el brillo de "Júpiter". En este último número, la ejecución del himno central -al que posteriormente se le agregó un texto patriótico- se interpretó de manera emocionante. Toda la obra fue la ejecución de una orquesta de virtuosos a la que se agregaron las voces femeninas del Coro Sinfónico (director, Juan Pablo Villarroel), a quienes, para efectos de la afinación, les resultó ingrata la ubicación off stage que exige el compositor.
Rauss confirmó la indiscutible excelencia a la que ha acostumbrado al público chileno. Aunque minucioso, no disecciona la partitura, exhibiendo musicalidad expresiva a toda prueba. Debe agradecérsele que nos haya guiado en esta aventura musical a través del sistema solar.