Hace medio siglo, para Fiestas Patrias, los obispos chilenos publicaron la pastoral titulada "El deber social y político de la hora presente". Fue polémica entonces y marcó el futuro inmediato del país. Luego de una larga pugna interna, los católicos progresistas habían terminado por imponerse a los de tendencia conservadora. Ellos privilegiaban una mirada sobre los aspectos sociales y económicos, sosteniendo que el cielo comenzaba en la tierra.
Un año antes, el Papa Juan XXIII había publicado la encíclica " Mater et magistra ", poniendo en primer plano esta preocupación. Y pocas semanas más tarde se inauguraría el Concilio Vaticano II, donde medirían fuerzas ambos bandos. La Revolución Cubana proyectaba su euforia inicial y amenazaba con extenderse. Los soviéticos instalaban misiles nucleares en Cuba. La Guerra Fría se había desplazado a nuestro continente. En Chile, el Partido Demócrata Cristiano, basado en el progresismo católico, ascendía vertiginosamente, apoyado por jóvenes, profesionales y sindicatos. La combinación marxista también acaparaba respaldo entre estos grupos. Se vivían aires de revolución.
En su pastoral, los obispos hacían un diagnóstico sombrío. Denunciaban la desmedrada condición de los campesinos, las poblaciones callampa (campamentos), la cesantía, la mala distribución de la renta, la baja escolaridad y sus secuelas de marginación social e institucional, la subalimentación y la ausencia de perspectivas reales para la gente de entonces. Afirmaban que lo que se había hecho no bastaba para superar la injusticia del sistema. Recalcaban que el desarrollo económico era una responsabilidad vinculada al amor al prójimo: "No trepidamos en hablar de una verdadera espiritualidad del desarrollo económico".
Se llamaba a la acción inmediata (hora presente) para iniciar una gran empresa: el cambio de las estructuras en forma rápida y total. Era una apelación de los pastores que se autodefinían impulsados "por un viento de verdad". Se pensaba que al cabo de 10 años Chile sería un país unido, próspero y justo.
Su contenido anticipó el programa de la "Revolución en libertad" de la Democracia Cristiana en 1964. Ésta, a su vez, nos llevó por el camino de la violencia y facilitó el triunfo de los marxistas en 1970. La tormenta ya desatada, unida al torbellino de la Guerra Fría, impelió a agudizar la revolución, hasta que el pronunciamiento militar rescató a Chile de la ceguera para apreciar nuestras reales capacidades.